Dice mi amigo Guillermo Busutil que la identidad de un hombre, de una mujer, es su trabajo.
No necesito ir al aeropuerto para ver volar a gente joven a buscarse la vida, de mala manera en la otra punta del mundo.
Por cierto percibo en la pantalla de la tele a Soraya S. De Santamaría, con los ojos tan abiertos que se le van a salir las lentillas y dice: ¡¡Cuidado que nos satanizan con el populismo!!
Me gustaría recordarle a esta buena mujer que populismo es crear expectativas de generar puestos de trabajo para ganar unas elecciones y no hacerlo luego. Que populismo es ver a Montoro diciendo que bajarán los impuestos en año de elecciones. Que populismo es hacerse aplaudir por toda la bancada y quedarse satisfechos.
Populismo es decir que la reforma laboral iba a mover los cimientos para mejorar a la clase trabajadora y una vez conseguido el voto hacer todo lo contrario.
En fin no nos tenemos que ir fuera del partido del gobierno para encontrar esta denominación que tan de moda está. Si tiene duda, tiremos de la RAE.
Pero hoy quiero concentrarme en otro tema. Acabo de llegar del Ateneo en donde se ha celebrado un acto contra la violencia machista. No más mujeres asesinadas a manos de sus parejas, no al maltrato físico, no al maltrato psíquico que no se ve tanto, pero destruye y mata.
Llevamos 55 mujeres asesinadas en lo que va del año, por aquellos que las quisieron incluso cuando les pegaban o las humillaban una y otra vez.
Ya sé que los números son fríos, los cadáveres de ellas también. Así que el recordarlas, al demandar más medios de protección no sólo es envolverse en un gran lazo morado o leer varios poemas y manifiestos, es el compromiso de no permitir que sus vidas inmoladas no caigan en el olvido.
