Retengo la visión de mis hijas, muy pequeñas pegadas a la tele, sentadas en el suelo sobre la jarapa azul cielo comprada en la vecina Frigiliana. Asombradas, expectantes, dolidas y esperanzadas. Habían secuestrado a Miguel Ángel Blanco, y todo pintaba muy mal. De esto hace ahora 19 años. España se echó a la calle y ellas estaban asombradas de ver esa riada humana pidiendo la liberación del joven concejal. Yo intentaba llevármelas a la playa, a la piscina, pero ellas las dos, seguían las noticias, como si en ello les fuera su propia vida. Creo que esos días descubrieron realidades nuevas en sus existencia.
Esta efemérides, la falta de gobierno y la escasez de voluntad política, circulaban hoy por el mercadillo de Torrox-Costa, localidad donde se encuentra mi otro hogar, éste sobre el mar, que por cierto está rugiendo inmenso, ahora, mientras escribo, debatiéndose con fuerza entre un atardecer rojizo de belleza extraordinaria y la noche que llega plagada de tonalidades grises.
Pues sí. Demasiadas preguntas, demasiados vacíos en las sin respuestas y en medio de ello un presidente Obama que viene y va como si fuera un correcaminos, eso sí, sin dejar de visitar la base de Rota. Contaba mi amiga Nora entre puesto y puesto, que no le había gustado mucho al presidente USA, reunirse con un Rajoy en funciones.
En fin, terminada la primera incursión veraniega por los puestos, y sentadas a la sombra de una cafetería con un refresco en la mano, seguimos hablando de política, que es algo que no debe hacerse entre amigas, según mi opinión, porque luego puedes acabar fatal. Pero la nuestra es una amistad a prueba de gobiernos en funciones o no. ¡Ay Carmen, me dice Nora, que se apañen ya éstos, éstos son los partidos políticos, es que unas terceras votaciones sería de vergüenza! Lo doy la razón y salimos corriendo en busca de nuestro mar.
