En el evangelio de hoy, día del Corpus, Jesús prepara con detalles la Cena Pascual, la Cena de la Eucaristía. Es como si nos estuviera diciendo que para participar en su Cena hay que prepararse bien, pues en ella él va a hacer un gesto que sintetiza su vida. Su vida entregada, partida y compartida en ese pan que él nos va a dar. Por eso, para participar de la eucaristía, hay que prepararse con unas actitudes.
La Primera, el deseo de Dios. El deseo o hambre de Dios, pues no podemos olvidar que no estamos invitados a una representación o conferencia, sino a vivir la entrega hasta el final de Jesús, su paso definitivo, su Pascua: la Cena de su despedida y entrega.
La Segunda, actitud, compartir. Jesús instituye la eucaristía en una cena, en la que Él se da como pan comido y compartido. La Tercera actitud, recordar. La eucaristía es memoria de una historia dramática: una condena, pasión y ejecución: “recolitur memoria pasionis eius”, decía una antiquísima oración. Y recordar, “re-cor-dare”, es llevar al corazón la memoria de su pasión y de su resurrección.
La cuarta actitud, la entrega. La entrega, cuando no pocas veces nosotros vivimos para el cálculo y la avaricia. La entrega eucarística que es la entrega total, es darse del todo como Jesús. Y Él dice: Haced esto en memoria mía. No dice cantad, ni componed un himno, sino haced, daos, entregaos, amad sin medida.
La quinta actitud, la anticipación. Anticipación, porque la eucaristía revela cómo será el futuro en el que Dios nos recibirá hasta que seamos en él y con él. Anticipación, porque la eucaristía es acrecentar nuestra capacidad de trabajo por ensanchar espacios en los que cada hombre y mujer encuentren su lugar en la mesa común, en la mesa que, además, quiere que nos convirtamos en pan partido y compartido.
La sexta actitud, recibir el cuerpo de Jesús. Venimos a la eucaristía a comulgar. Y nos retiramos en silencio y recogemos en silencio dando gracias. Recibir el cuerpo de Jesús es recibir su mentalidad, su generosidad, sus opciones, su libertad, su estilo de vida.
Y la séptima actitud, bendecir. La palabra “eucaristía” significa: acción de gracias. Bendecir es ser agradecidos, es decir bien de Dios y de los hombres. Por eso, cuando celebramos la eucaristía estamos recogiendo la herencia de bendición, de alabanza y agradecimiento que recorre la Sagrada Escritura.
La eucaristía es, por tanto, la ocasión de convertir nuestra vida en una bendición, en un agradecimiento, en un himno glorioso a la generosidad de Dios.
Vivirla es cambiar nuestra vida, hacerla pasar desde la clave de la murmuración, la queja o el desencanto, a la clave de la alegría, la generosidad y la bendición.
Para mejor comprender la eucaristía y vivir lo que ella significa, celebramos hoy la fiesta del Corpus. Celebramos el sacramento del amor y ofrecemos nuestra ayuda, nuestro compartir generoso con Cáritas Diocesana, que tanto bien está haciendo por los más necesitados.