Hoy estamos ante la parábola del Padre Bueno que tenía dos hijos. Nos colocamos al lado de ese padre que quiere a sus dos hijos y por quienes “se le conmueven las entrañas”. Destacamos que es un padre bueno que tiene dos hijos. El menor, es el símbolo de publicanos y pecadores. Es el que se marcha de casa y llega a cuidar cerdos. Es verdad que se arrepiente de haberse ido de su casa y abandonar a su padre. Pero porque sintió hambre. Por otra parte está el hijo mayor, símbolo de los escribas y fariseos, que están criticando a Jesús. Este hijo mayor no entiende que estar con su padre es una fiesta: “Me debes una fiesta”, le dice. Rechaza a su hermano: “Ese hijo tuyo” y no quiere entrar en la casa.
Ante las distintas y opuestas reacciones de uno y otro, el padre trata de que ambos entren en casa, participen en la fiesta y descubran que la fiesta es amar, perdonar y estar con él. En ninguna otra parábola ha logrado Jesús hacernos penetrar tan profundamente en el misterio de Dios y en el misterio de la condición humana. Ninguna otra es tan actual para nosotros como esta del “padre bueno”.
Me pregunto: ¿No es esta la situación actual?. Muchos quieren hoy verse libres de Dios, ser felices sin la presencia de un Padre eterno en su horizonte. Para muchos ya están convencidos que Dios ha de desaparecer de la sociedad y de las conciencias. Y, lo mismo que en la parábola, el Padre guarda silencio. Dios no coacciona a nadie.
Intentemos ahora leer esta parábola del Padre Bueno en el contexto de estos días convulsionados por la gran crisis que está ocasionando la guerra en Ucrania, esas triste miradas de niños refugiados, las consecuencias de las huelgas de camioneros y subida de la gasolina. Y sin olvidar que estamos saliendo del Covid que puede volver.
Ante esta cruda realidad de crisis, la Iglesia sigue sufriendo con nuestros hermanos que sufren y mueren en la guerra de Ucrania ante los ataques de los rusos. El Papa Francisco ha gritado con toda su alma: “Basta de guerra, que no mueran más civiles inocentes ucranianos ni rusos”. El mismo Papa ha conversado con el Patriarca de la Iglesia rusa con el fin de intermediar para que cese esta guerra. Pero pareciera que la ideología y el nacionalismo están también en la Iglesia ortodoxa rusa que se coloca al lado de la guerra en defensa de los rusos. El patriarca ortodoxo ha justificado esta guerra como una defensa de los valores y la fe del pueblo ruso ante la agresiva cultura occidental. Ante esta falsedad y en defensa del evangelio de la igualdad de todos los hombres y mujeres, el Papa Francisco usó en su respuesta al patriarca palabras muy duras, y le dijo que esta guerra es injustificable. En el pasado, incluso en nuestras Iglesias, se hablaba de guerra santa o guerra justa. Hoy ya no podemos hablar así. Se ha desarrollado una conciencia cristiana de la importancia de la paz”, le dijo el Papa al patriarca ruso.
Seguramente que hoy desde el cielo El Padre Bueno, sufre al ver en la familia hijos enfrentados como los de la parábola, hijos que desprecian a sus padres. Pueblos enfrentados por la guerra, terrorismos ciegos, políticas insolidarias, religiones de corazón endurecido, países hundidos en el hambre….Ante esta cruda realidad no perdamos esa mirada compasiva del padre bueno ante sus dos hijos. Roguemos a Dios para que cese esta guerra injusta contra Ucrania. El camino del encuentro, la reconciliación, el abrazo y la paz son el único para los cristianos seguidores de Jesús.