No pocas ofertas gastronómicas nos ha dejado la pasada Feria de Primavera de Antequera, especialidades culinarias muy al gusto y servidas en adecuados ambientes y compañías, eventos especiales que quedarán para el recuerdo. Y fue desde el recuerdo de mi infancia, aquel en el cual guardamos todas las señaladas ocasiones que nos ocurrieron en su día grabadas con tal fuerza, que en pocos segundos nos llegan muy nítidas, tanto es así en el caso de los alimentos, que hasta su olor y sabor pareciera inundar nuestro paladar.
En la compra del pan me encontraba, días pasados, cuando por conversación afín al tema, acudió a mi mente la palabra “cucharro”. Sorpresa y extrañeza mezclada, observaba yo, en la reacción de las personas que allí coincidíamos. Si miramos en la RAE nos vamos encontrar con una referencia a su uso, como vocablo marino, no obstante, ahondando en sus acepciones, en el Wikcionario, diccionario libre en español, este nos dice que, según su etimología, cucharro, también puede ser un trozo de pan con aceite, aludiendo incluso a otros alimentos y formas de aderezo, con tomate, bacalao desmigado, aceitunas, pudiéndose servirse como tapa, en desayuno, merienda…
Sin duda alguna, mis recuerdos les decía, me llevaban al segundo lustro en la década de los años sesenta. Unos años, recuerdo, muy concretamente, de una especial creatividad musical, esto no lo supe hasta mucho tiempo después, ya que por ese tiempo no había medios ni muchas posibilidades de oírla. A diario, yo había de recorrer varios kilómetros a pie, campo a través, para acudir al colegio público de Alfarnatejo, por supuesto no había auriculares para escuchar música, radio ni mensajes, y el único sonido que me llegaba era el de la Naturaleza, algunos días, por ahorrar tiempo en la ida y vuelta por la tarde, yo llevaba en una talega, algunas viandas que mi madre me preparaba y que comía en casa de algún amigo, otras veces era sólo la merienda, pero lo que sí era algo habitual consistía en llevar preparado un cucharro con aceite y en ocasiones “especiales”, me daba también, tres monedas, (dos gordas y una chica) o, una moneda (de un real) con valor total de veinticinco céntimos de peseta, en ambos casos, era el coste de una onza de chocolate que yo compraba en la tienda de “Celedonio”, uno de esos comercios antiguos, donde lo mismo podías comprar aperos para el campo, zapatos, combustible, (petróleo, principalmente para alimentar los quinqués), libretas, café, azúcar…
En esta ocasión, el cucharro que les traigo en imagen, lo confeccioné en casa, no es habitual que se pueda encontrar en una carta ni en menú alguno, tal manjar… sí, y lo es porque, dentro de los alimentos sanos y naturales que podemos degustar en éstas nuestras tierras andaluzas, ésta, que duda cabe, un buen canto de pan, regado con buen aceite de oliva. Y si además le podemos añadir una buena ensalada con frutas y verduras, mejor aún.
Para la ocasión conté, ahora sí, con chocolate, y además le pude desmenuzar un poco de un exquisito cacao puro, adquirido en alguno de mis viajes a República Dominicana. Todo ello regado con aceite virgen de oliva, oro líquido. En aquellos tiempos también lo era, y no… no crean que se manchaba de aceite la talega donde trasportaba yo el cucharro hasta poder comérmelo después de las clases, tenía puesto el aceite justo para manchar el pan, pero no la talega.
Piña, uvas, aguacate, uvas pasas y algún trozo de queso para combinar sabores, completaron el “primer plato”, de segundo llegó un bacalao a la plancha con salsa de calabaza y alguna verdura más. Es que, algunos ciclistas compañeros, me preguntan a veces… ¿tú que comes?, más sinceridad, imposible. Claro que con todo ello, desde la cocina, llega siempre un menú condimentado con especial cariño. Y ello ya, sería difícil de explicar. El entusiasmo, dedicación y amor, puesto en los fogones, a diario no tiene precio.