La juventud se aburre. No encuentra suficiente atractivo para permanecer, sobre todo fines de semana, en esta ciudad. Dicen que no hay nada, que se aburren y la única alternativa es el botellón. Demasiado pobre para ser la diversión de tantos jóvenes. Es cierto que la Casa de la Juventud ofrece actividades dirigidas a ese sector de público inconformista y exigente, pero son pocos quienes aprovechan estas iniciativas.
Quizá cueste trabajo encontrar un sustituto a la fiesta del alcohol en que se encuentran inmersos muchos de nuestros jóvenes. Y todos, comenzando por padres y continuando por Ayuntamiento, más específicamente, Cultura, se encuentran nublados ante posibles ofertas que traerían unas diversiones más saludables.
Quieren pasarlo bien, y no es posible bebiendo largas horas, arremolinados, tratando sin mediar palabra de ver quién es el que aguanta más y resiste el envite. Mal asunto. La asiduidad con que lo hace va a ocasionarle daños futuros y en algunos casos irreversibles. Pero todos hacemos la vista gorda cuando hay tiendas a las tantas vendiendo alcohol a mayores y menores y miramos para otro lado porque no es problema nuestro.
En cambio, los mayores nos preocupan mucho, no sabemos si porque deseamos su bienestar, que es fantástico, o porque su voto es más seguro y bien que le buscamos alternativas de ocio.
Pues de la misma manera, si la imaginación la dejáramos echar a volar. Ese precioso parque que guarda la puerta de entrada a la Ciudad, podría ser el lugar de encuentro de adolescentes antequeranos, karaoke, baile, artistas espontáneos, y crean me hay un montón de chicos y chicas que saben bailar, cantar y recrear con sus habilidades. Un jurado nacido entre ellos y unos premios a medio plazo harían el resto. El parque está ahí esperando que los ruidos de sus pájaros se mezclen con la música de sus jóvenes.