Meses después del primer eslogan de la Transición («Libertad, amnistía y, estatuto de autonomía») trajo Carlos Cano su «Murga de los currelantes // que al respetable buenamente va a explicar//el mecanismo tira pa´lante// de la manera más bonita y popular».
Esta era la idea: un puñado de políticos jóvenes devolverían libertad e identidad («¡María, coge las riendas de la autonomía») y empezaría una era de «cultura y prosperiá» Resultado: treinta y siete años después, la pregunta de Carlos Cano al político «¿…con el cacique qué vas a hacer?» ha dado un extraño giro. Lo que la gente hoy se pregunta es: ¡¿qué hacer con ese montón de miles de políticos que agobian nuestro Reino de Taifas como auténticos caciques?!
El Defensor del Pueblo Andaluz tuvo que advertir ayer a estos señores: «La gente está hasta el gorro de todos ustedes». Lo malo es que se quedó corto; para resumir el cabreo tendría que haber añadido: están hasta el gorro porque se han multiplicado ustedes como conejos y, en ese plan, el mecanismo es ya incapaz de tirar «pa´lante». El Sr. Chamizo debió haber recordado el pasaje evangélico en el que Cristo quiso saber el nombre del demonio que estaba expulsando: «mi nombre es legión, porque somos muchos». Pues nuestro multidemonio tiene casi cuatrocientas cuarenta y seis mil cabezas.
Ya nadie se puede hacer el tonto: por masiva que fuese la compra de deuda española por el fondo del rescate, o la inyección a los bancos, todo quedará en «paracetamol financiero» (agua de borrajas) si no se acomete la madre de todas las reformas estructurales: adelgazar la Administración. Pues si los que ayer fueron cuatro gatos ahora son la tira, lo que tenemos es una situación endemoniada ante la que poco pueden hacer el Sr. Chamizo, Rajoy o la Merkel. Esta gente no se va ni con agua caliente hasta que se acabe imponiendo la lógica de la quiebra. Que puede que sea de todo menos «bonita y popular».
