Desde pequeña supe que mi pasión era cuidar e hice de mi profesión la Sanidad. Pero años después la vida tenía una sorpresa para mí; una de mis hijas tenía una gran discapacidad.
Cuando eres madre de un hijo con necesidades especiales, el miedo y la incertidumbre van cogidos de la mano. Un miedo atroz a su bienestar cuando no podamos cuidarlos. Hace unos años comencé a trabajar en ADIPA donde conocí a grandes profesionales que se desviven cada día por sacarles una sonrisa para que su mundo sea más feliz, dando vida a sus días y dignidad a su vivir.
De madre a madre, con el corazón en la mano, sólo te puedo decir que cuidaré de tu hijo como me hubiera gustado a mí,que conozco tu miedo y tu sentir; que si no vivo para servir… no sirvo para vivir.