Querido Francisco Pavón Terrones, Tito Francis. Nos has dejado a la una y pico de la madrugada, Jueves Santo ya, sumido en gran paz, reuniéndote con tu hermano Juan, con tu mellizo Luis y con tus padres, Rosarito Terrones y Juan Pavón y con tantos seres queridos por ti que, tristemente, se te adelantaron.
Nos dejas porque este maldito virus no tiene piedad ni siquiera con las buenas personas, de otra forma te hubiéramos tenido con nosotros los años que Dios hubiera querido, pero no te habrías marchado ahora, ni de esta manera tan triste.
Tu querida esposa, María Teresa, ha estado contigo todo el tiempo, sufriendo lo indecible y haciendo de amorosa enfermera, compañera y corresponsal de noticias poco alentadoras, pero siempre desde la fuerza y la fe que la caracterizan, sufriendo siempre más de lo que transmitía por el teléfono, único medio de comunicación con tus hijos y hermanas, que por imperativo legal y sanitario, se han visto obligados a estar alejados de ti, cuando más cerca querían estar.
Juntos como siempre, y en los malos momentos, aún más. Tu mujer, María Teresa, ha sufrido también esta temible enfermedad, pero Dios ha querido que ella sí la superara, para estar contigo hasta tu último aliento. Ella queda para, cuando llegue el momento, abrazar en nombre de los dos a vuestros hijos y nietos.
Tus hermanas, Carmen y Pepita, las más cercanas a ti y Pilar desde la distancia, te lloran y encuentran las circunstancias insoportables, no pueden estar donde quisieran, con vosotros. Tus hijos, Francis, Verónica y Teresa, y tus nietos Alberto y Emilio y un par de angelitos que habitaban ya en el cielo, y cómo no, tu nuera Encarnita, tu yerno Alonso y el resto de la familia, no tienen fácil la tarea de seguir adelante.
Menos mal que tú con tu sonrisa de bondad y tu cariño grandísimo, les vas a dar todas las fuerzas del mundo. Dejas atrás mucha familia, la tuya y la de tu mujer: sobrinos, cuñados y muchos amigos. Todos te quieren y querrán. Ten por seguro que siempre te llevaremos en el corazón, en ese sitio especial, agridulce, habitado por personas buenas de verdad, cuyo recuerdo es eterno, imborrable.
Has sido una persona fácil de querer y alguien como tú nunca se va del todo. Una firme línea de cariño siempre nos unirá, y toda la pena que sentimos ahora se transformará en resignación y cariño. Hasta siempre, Francis. ¡Un beso al cielo!
COQUI RODRÍGUEZ