Siempre nos dijeron, lo leímos en la calle, en las letras de las canciones, en el cine… el amor es algo que, cuando es de “verdad”, nos hace cometer locuras. En estos días, en que se nos ha cruzado un año más San Valentín, estamos asistiendo, podemos ver en las grandes pantallas el estreno de una película muy conversada en los medios de comunicación, las cincuenta sombras.
Los idearios de novelas, cuentos de princesitas y demás a los que aludía antes, nos vendieron aquello de que amor y sexo han de ir juntos para alcanzar el ideal, el… culmen.
No estoy de acuerdo… y sólo es una teoría personal, un pensamiento que hoy me sirva para cumplimentar estas líneas. Verán, voy a generalizar o lo que es lo mismo, no es materia cierta, esto sería así, sólo en un círculo muy extenso de individuos que componemos la sociedad.
El género masculino no sabe amar si no hay sexo. Lo lleva impreso en genética, es difícil que el hombre piense en el amor, si éste no está asociado, contiene o conduzca al sexo.
Por ello si no hay sexo, al género masculino le cuesta amar. El amor, ese sentimiento que ha de anidar en las personas para que exista el respeto, la humildad, esa puerta a la tolerancia, a la empatía para con los demás, amar con esa fuerza, en esa línea que nos piden los indicativos sociales al hacer referencia al amor en grande, no tiene, no deberíamos asociarla al deseo carnal.
¿Y si lo separásemos? ¿Y si nos enseñaran a querernos los humanos sin la vinculación del sexo? O al revés. Divide y vencerás. Amar es un sentimiento difícil de administrar, si además le sumamos el plus de la sexualidad, nos puede resultar un cóctel difícil de digerir, difícil de asumir con responsabilidad, en definitiva, se nos puede escapar el control, con facilidad el desencanto, la decepción de lo no alcanzado y que debería haber sido, nos hará sentirnos mal, la experiencia será negativa, con toda la carga de consecuencias que ello conllevará.
Cuando el hombre ama a su compañera y ésta no le corresponde con algo tan deseado, tan aunado como hemos aprendido, tan conjuntado como nos dijeron sería lo apropiado, si no consigue su premio en sexo, el desencanto estará servido, al hombre le llegarán los sentimientos negativos, quizás incluso con síntomas de culpabilidad de incapacidad por no conseguir lo pretendido, lo deseado. El amor se puede tornar con tintes inclusive violentos, tomar lo que creemos que nos corresponde por reciprocidad del amor, puede llevar al género masculino a cruzar la línea roja de la fuerza.
En situaciones de igualdad social, donde la mujer felizmente se puede mostrar en todo su esplendor, a veces es dudoso para el género masculino interpretar con seguridad los mensajes percibidos a través de las expresiones o manifestaciones de amor, de cariño, de amistad, que no de sexo, de sus compañeras. Para ellas esta parte es de suma importancia e imprescindible y vital para llegar a lo segundo.
Al hombre que ama y le falta sexo, sustentar el amor en un contexto de “sequía” le puede resultar muy difícil el mantenerlo, más aún si hablamos de esas edades en plenitud de vida, cuando la juventud y el ímpetu por abrirse al mundo está latente.
Pero la mujer si no tiene claras manifestaciones de amor?difícilmente pueda llegar al sexo. El círculo se cierra y a veces es difícil romperlo y encontrar la salida.
Si los géneros aprendiésemos a dominar estos menesteres, a encontrar el razonamiento, estaríamos abriendo ese hueco por donde poder llegar, entrar, a poner cada uno un poquito de su parte, las distancias se acortarían, estaríamos abriendo la puerta a las soluciones.
No en absoluto defiendo que en llegando los momentos del sexo, lo sirvamos éste sin el condimento imprescindible del amor. Juntos sí, pero cada uno en su plato y medida.