El amor en lo concerniente a lo personal, afectivo o simplemente amor hacia mis bicicletas. ¡Estoy completamente enamorado de unas modernas, ligeras y muy rígidas bicicletas, que el mercado está ofreciendo al ciudadano!
Con tan sólo pronunciar la palabra amor, ya se nos queda en el ambiente una sensación de falta, de necesidad de algo más. Amor a qué, a quién. El amor se nos queda cercenado, limitado si no tenemos ha bien expresarlo, indicarlo, trasladarlo o enfocarlo hacia lo que nos enamoró.
El amor nos empuja a conocer a otras personas, nos completa, nos alegra si a su vez encontramos, si nos sentimos correspondidos, de no llegar a ello, el desencanto nos puede acarrear serios problemas.
Cuando el amor no nos deja pensar libremente, si nos está llegando a restar libertad, nos limita, amarra y nos oprime. En ese momento está dejando de ser amor y pasa a ser enamoramiento.
Al igual que a las aguas de un río no debemos ofrecerles resistencia, cuanto más luchemos por cambiar su curso, más baldío resultara nuestro esfuerzo. En el río por su propio esfuerzo, jamás fluirán sus aguas pendientes arriba.
En lo referente al amor, si no somos correspondidos, si no tenemos opción a la compra de esa bicicleta (o simple objeto) de la cual nos hemos enamorado, aquí cabría también aplicar la cara buena de la fábula atribuida a Esopo, acerca del desprecio que la zorra hace por unas inalcanzables uvas, habríamos de tener mucho cuidado de no caer en el enamoramiento, en el emperramiento, en la obstinación, dado que ello nos va a procurar un malestar y unas condiciones insalubres para nuestra convivencia.
En lo cotidiano, en el día a día, nos empecinamos en tratar de adaptar el devenir de las cosas a lo que nosotros creemos, o nos han dicho que necesitamos para ser felices. Esto no es así y con ello sólo conseguiremos el efecto contrario. Nuestros pensamientos, nuestras acciones, tenemos que adaptarlos a las circunstancias que el tiempo nos va a ir determinando.
Si la bicicleta que más me gusta, no la tiene el mercado, pues… ya no me gusta.
Estas situaciones y componentes de nuestras vidas, no son como nosotros las vemos, tampoco lo son como nos dicen que han de ser. Son. Sencillamente funcionan como en verdad lo son. Y ni podemos ni debemos cambiarlas, solo adaptarnos a ellas. Si las cambiamos dejarían de ser como lo eran cuando nos llamaron la atención y comenzaríamos a observar en ellas un comportamiento distinto al cual nos enamoró.
Esto significa que debemos guiarnos, actuar según nuestras primeros impulsos. O… ¿que debamos dejar actuar a nuestras personas queridas, pareja, amigos etc según sus criterios sin tratar de corregirles aquellas “tendencias” que creamos perniciosas o de mal uso?
La libertad de decisión, la libertad de elección o de actuación estará siempre limitada (a mi entender), por unas líneas infranqueables como lo han de ser la salud, propia y la de nuestros semejantes. Y por supuesto la libertad de elección de las otras personas.
Por mucho amor que le profesemos a otra persona, ello nunca ha de ser razón para que nuestros sentimientos sean correspondidos. Cuanto más amemos a una persona, más motivos tendremos para ofertarle la libertad. El amor que pretenda cimentarse en el deber correspondido, eso no es amor, eso es dominio.
Si la bicicleta que más me gusta, no la tiene el mercado, pues… ya no me gusta. Esperaremos y nos adaptaremos a las nuevas que fabriquen.