viernes 22 noviembre 2024
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Del dinero, el nacionalismo y las cerezas

Dentro de la ópera de Mascagni “L’amico Fritz”, hay dueto, el llamado “de las cerezas”, que, cuando lo escucho interpretado por un Pavarotti en su máximo esplendor y una Fleming también extraordinaria quedo impresionado, sobre todo, por la voz del fantástico tenor, espada de luz impenetrable, que en este pasaje se ilumina ampulosamente contagiando una limpia y amplísima felicidad. 
 
Mascagni siempre ha sido considerado el músico de lo mediterráneo y de la italianeidad. Tanto, que Mussolini lo colocó como el músico del régimen fascista ensalzando su nacionalismo.
Lo curioso es que, en el aria, la felicidad del tenor viene producida porque, inesperadamente le han traído una sorpresa: una cesta de cerezas. Púrpuras, enteritas, carnosas. Mientras que Wagner narra épicas historias que apelan a la condición teutona, siempre con ese halo mágico y velado, la limpísima mediterraneidad reproduce una imparable felicidad, transmutada en límpida belleza, que nace de cosas tan sencillas y tan buenas, como unas simples picotas.
 
¿Qué quieren que les diga? Nuestro modo de ser es maravilloso. Ni mejor ni peor que ningún otro, seguramente. Pero es el nuestro. Y hoy no lo sabemos hacer respetar: como los tiempos dan y quitan, corren malos para la lírica y para el sur de Europa. Hasta nos han llamado cerdos internacionalmente (PIGS) y ni hemos dicho nada.
Nunca es verdadero nacionalismo. Siempre es sólo dinero. Pero, aunque no estén claras las naciones, sí son ricas las culturas. Y yo, adoro la nuestra. ¿O es que no están buenas unas buenas picotas?
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