Sin perdón, como la legendaria película de Clint Eastwood solo que esto no es una película es una realidad cruel y devastadora. Un enjambre de coches amontonados,una fuerza de la naturaleza arrasándolo todo, una actitud pasiva y chulesca en los que tenían que haber puesto pie en pared, aquellos y aquellas que podían haber salvado las vidas de 200 personas. Tener el poder de hacer las cosas bien, de gestionar esa barbarie y no hacerlo.
Un barro espeso cubre esta pesadilla, una pesadilla en la que no cabe mas horror, mas devastación. Encontrar cadáveres envueltos en el lodo de su propia tierra, aplastados por las paredes de sus casas, encerrados en los garajes de su entorno de trabajo, entre basuras y aguas fecales. En medio de este lodo, las mentiras. Alerta roja de AEMET. Tecnologías inservibles ante la pasividad y el pasotismo de los que pudieron ponerse en marcha y no lo hicieron. Oídos sordos ante la riada, ante la fuerza de las aguas, que se les venía encima a las gentes. Pueblos con nombre como Paiporta que ya no se olvidarán nunca. El vértigo desde el filo del horror es inmenso. “Se está muriendo gente”, señalaba con voz rota por la angustia y la impotencia, la alcaldesa de este municipio una hora antes de la alerta masiva. Mientras se rescatan cadáveres, se cruzan acusaciones de “y tú más”, con intención de sobrevivir y ganar rédito político. Pesada carga en la conciencia humana.
Hay momentos en los que el tiempo se detiene para hacer un recuento de daños y entonces la desesperación atenaza las gargantas y los corazones de los voluntarios, de los afectados, de los niños que ya no podrán crecer ni ver a sus padres, a sus amigos, que no podrán correr por las calles de sus pueblos, de sus ciudades. Columpios vacíos en los parques entristecidos por la falta de risas. Se olvidaron los que mandan de la vida de los demás, del desamparo ajeno. ¿Responsabilidades? Pesada carga en la conciencia humana.