Con el paso de los días uno va haciendo recuento de circunstancias, momentos y recuerdos que va archivando en su memoria con el deseo de que con el pasar de los años, estos no se formateen y permanezcan para siempre.
En mitad del camino, entre el dolor y la alegría nos encontramos la mayoría de los seres humanos cuando después de un golpe, tenemos que volver a la realidad. Y digo dolor y alegría, porque en ese regreso, se vive en una auténtica montaña rusa de sensaciones que te llevan a reír a carcajadas o a llorar hasta la extenuación.
En esos momentos es cuando más necesito de mi yo, mi ser auténtico, cuando en ese túnel al que has entrado de bruces y no sabes en qué momento encontrarás la salida, tienes que asirte a algo para continuar ese camino, levantarte y mirar al frente.
En esa oscuridad busco siempre la salida y me apoyo en aquello que me ha llevado a ser lo que hoy soy, en aquellas cosas que forman parte de mí y que me hacen entender la sociedad de una manera, la mía.
En estos días me gusta volver a releer libros –de nuevo en mis manos está ‘Crónica de una muerta anunciada’ del gran García Márquez–, de nuevo vuelvo a escuchar la música con la que crecí –no me pueden faltar ‘Héroes del Silencio’ van intrínsecos en mi piel–; vuelvo a rezar por las mañanas, algo que no debía haber dejado; vuelvo a ver películas que me dejan gotas de felicidad en el alma; y es entonces cuando sin duda, vuelvo a ser yo.
Quizá, no es la mejor manera o no lo que todo el mundo espera, pero he tenido que aprender a levantarme varias veces y prefiero hacerlo de esta forma. La pena, sigue ahí, pero es mejor sentirla escuchando una canción de Héroes que mirando en silencio la nada: “Y perder la razón, en un juego tan real, quizás fuera un error, cúrame esta herida, por favor”.