Nos dice la letra de la canción, que al Sol le llaman Lorenzo, designios de sus creadores, lo cierto es que la única referencia que he podido encontrar con respecto al Santo es que éste, murió en una parrilla abrasado. Cierto es que por la festividad de San Lorenzo, (10 de agosto) el Sol suele apretar. Si nos atenemos a lo acontecido en el presente año no solo apretó ese día, sino que ya nos ha venido castigando, “el Lorenzo” desde todo el mes de julio pasado.
Con éstas premisas en mente ponía pies en pedales un día de la semana pasada con el fijado objetivo de pedalear hasta la pequeña localidad del Poniente Granadino: Zagra. Municipio de unos escasos mil habitantes, en las faldas de la Sierra del Ojete, delimitada por el río Pesquera, el Arroyo de Zagra, Arroyo de la Viña y el río Turca. Desde Zagra, que venera a San Lorenzo con una de sus anuales fiestas, había recibido una invitación para acudir a uno de los actos, en estas celebraciones. Previo a ésta visita, decidía orientar mi bici hacia Archidona, Villanueva de Tapia, Iznájar y desde aquí iniciar una subida hasta alcanzar y conocer los aledaños de ésta curiosa población, de la forma que más satisfacciones e improntas me aporta, pedaleando. El regreso habría de hacerlo por Ventorros de San José, Loja, Cuesta la Palma, Salinas, Archidona hasta completar un total de 135 kilómetros encontrándome que “el Lorenzo” terminaba regalándome una temperatura superior a los 40º. En el transcurso de las casi seis horas de actividad, entre pedaleo y paradas a reponer agua hay un tiempo muy lindo para meditar y poner en orden nuestro cerebro, seguro es que el esfuerzo nos va a ocupar una parte de la capacidad funcional del mismo, el control de la reposición de líquidos es muy importante para conseguir el objetivo, dado que cuando se alcanzan temperaturas por encima de los 36,5º de nuestro cuerpo, continuar pedaleando requiere de una cierta capacidad física y un esmerado control en el aporte de agua y algo de alimento (algunos pastelillo de harina y almendras, un puñado de pasas y dos plátanos como aporte sólido), de no ser así no es recomendable efectuar ejercicio bajo estas condiciones extremas.
El agua, en su importancia (algo más de seis litros y medio de agua llegué a consumir solo en el tiempo de pedaleo) se adentraban mis pensamientos a la vista del Pantano de Iznájar. Unos kilómetros atrás, al paso por las Huertas de Archidona, una siembra de cebolla impregnaba el reseco ambiente con unas notas de humedad y el característico olor de sus verdes tallos. Mas adelante el ambiente se vuelve mucho más seco en los montes que me acercan tras unas duras subidas, a Fuentes de Cesna, olivos y almendros en las zonas de cultivo, algo de encinas y monte bajo en los cerros no cultivados, otro olor me ha llegado nítido mientras mis pulmones tratan de oxigenar el torrente sanguíneo que llega desde las piernas, son unos ejemplares de manzanilla bastarda, muy seca ya en agosto, pero impregnando con su aroma el ambiente, la hartavaca es de las pocas plantas que luce un verde especial por estas fechas. Y más almendros y olivos, algunos diminutos huertos familiares en las cercanías de Zagra, indicativos de la fragilidad económica de una población eminentemente agrícola.
Conseguido el objetivo, en el regreso toma una especial importancia reponer una vez más, los botes de agua y encaminar una larga bajada hasta Loja. La temperatura ya no dio respiro, Riofrío se quedó sólo en ese nombre, una subida más hasta alcanzar Cuesta de la Palma y Archidona requería de nuevo toda la atención en rentabilizar el esfuerzo, el resto de la “memoria” activa, se adormecía y trataba de mitigar el tiempo que aún restaba hasta alcanzar la ducha, el almuerzo y posterior descanso al refugio ya del Lorenzo.