Es el título de unos cuentos educativos dirigidos a Tercero de Primaria. Me clarifica bien poco, quizá sería mejor decir que hombres y mujeres somos diferentes, pero que exigimos las mismas oportunidades para desarrollarnos y ser útiles a nuestra sociedad. Me da rabia que me digan que valgo igual que un hombre cuando sé que en parecidas e idénticas circunstancias mi valor es tres veces superior. No es jactancia ni soberbia, es que cualquier mujer es capaz de desdoblar su trabajo, hacer varias cosas al mismo tiempo, hacerlas bien y crear un espacio de hogar y familia que pocos hombres se atreven o consiguen. Tontos no son, todo lo contrario, lo proyectan todo en la misma dirección, lógicamente crecen y llegan a ocupar los puestos destacados donde las mujeres todavía quedan muy por detrás. Afortunadamente las distancias se acortan y no está lejano el momento de dar el carpetazo y guardar bajo llave el 8 de marzo como fiesta reivindicativa de la mujer.
Quizá se podría proponer que se la quedaran los hombres y ese taller anunciado de cocina básica: “Porque yo lo hago” ya que soy tan libre, quiero y como mujer mi rol es llevarme bien con las cacerolas, que la haga el sexo fuerte. No estaría mal que cambiara una tarde de fútbol, amiguetes y litronas para hacer algo tan simple como liar croquetas para la familia o estar pendiente de la lavadora para cuando ésta termine y la ropa no se arrugue. O si me apuran un poco, una buena fritura con los calores del estío, donde la frente acaba perlada del sudor.
¿Por qué no se buscan talleres más interesantes? No se promociona que los niños sean un día los protagonistas en los ayuntamientos ¿porqué no las mujeres? Un pleno de distintas mujeres en edad e ideologías puede ser conflictivo, interesante, divertido y seguro que muy enriquecedor. Darían ideas nuevas, concretas y bastantes más resolutivas que las que oímos. Y los cursos de cocina al mismo baúl que el día 8. Seguro que la sociedad ganaría un poquito más. Cuestión de comprobarlo.