¿Qué nos queda por ver? Alguien dijo que todo estaba dicho pero como pocos escuchan hay que repetirlo una y mil veces. La estupidez del ministro Escrivá de querer pagar 12.000 euros a quienes prolonguen la edad de jubilación, no puede obedecer más que a recalcar la máxima para nuestros mayores: “y murieron con las botas puestas”. Mientras, nuestros mejores jóvenes salen del país sin maleta pero con la ilusión de retorno para encontrar una España mejor.
La clase política lleva años entrando en un cuerpo a cuerpo más que peligroso. Sin discurso, sin contenido y sin argumentos serios y claros. Falta escuchar políticas de incentivación de la natalidad,de conciliación familiar, de empleo digno, de obligar a la cultura del esfuerzo, del trabajo y de dejar aparcada la continua subvención. En una semana donde se ha conmemorado el 90 aniversario de la II República, que puso sobre el escenario a toda una legión de maestros más que formados que trataban de paliar la ignorancia del pueblo español, nos encontramos con que muchos de los que han bailado bajo la bandera tricolor son ignorantes. ¡Si Azaña levantara la cabeza…!
Y en esas estamos. El gobierno, que debería estar formado por personas comprometidas y serias, ni está ni se le espera. A nivel nacional y autonómico están contando con una munición que sin escrúpulos la utilizan como la mejor de las artillerías: vacunas, Estado de alarma, revalorización de las pensiones, ayudas, cierre-apertura del espacio aéreo… Alguien debe dar la voz de alarma. Solo nos queda nuestro dinero que va camino de desaparecer. En breve tendremos no un ataque al servidor del SEPE, sino a las cuentas corrientes de lo que nos quede de dinero que se restaurará con el dinero digital.
Cada uno debe ser consecuente con lo que hace, vienen años difíciles, o fáciles, pero estaremos bajo el control absoluto de nuestras vidas. Hace más de dos décadas lo decía: del precio de la vivienda generamos algo peor que un cáncer: la especulación de unos cuantos para su enriquecimiento y el servilismo de toda una ciudadanía que trabaja por algo menos de 1.000 euros que es el valor del alquiler. Ahora, con la pandemia, no nos esperan más anuncios. La moneda desaparecerá. No estamos en el resurgimiento de las ciudades, sino en la transformación digital donde todo estará en la nube para regocijo y enriquecimiento de unos cuantos.