Actualmente vivimos, por estos lares, una incapacidad manifiesta para la unificación de las ideas, en beneficio de la más sana, productiva y mejor concordia.
Tanto en lo relativo a la toma de decisiones como en todo lo que atañe al hecho de compartir vivencias.Mis piernas, a la hora de sumar velocidad para mantener la bici en equilibrio, lanzada, en pos de alcanzar la meta lo antes posible, necesitan ponerse de acuerdo y aplicar el esfuerzo en la misma dirección. Y esto, que parece de los más simple, razonable y sencillo de aplicar, a veces, es arduo, fragoso y de agotadora solución.
Es materia de razón, la que mi pierna derecha esgrime, que siendo ella la predominante (siempre he sido diestro o de tendencia natural a servirme más de la parte derecha de mi cuerpo), no deba ser por esta física razón, la que dictamine en qué dirección haya de rodar la bicicleta. Es en este momento, en que la materia gris cerebral ha de sumarse al esfuerzo.¡Póngase la pierna izquierda a trabajar! Que éste, es su cometido. Lo digo yo, que soy el cerebro. Y dado que, gracias a los impulsos nerviosos que proyecto sobre los músculos, el movimiento se genera…
¡Alto ahí!, amenaza el corazón. Es la sangre que yo bombeo hasta la parte más recóndita del cuerpo, la que permite todas las actividades, la que lleva el glucógeno y la energía, permitiendo así el más ínfimo movimiento. No tenía suficientes cuitas, para poner en acuerdo a las dos piernas, que ahora me asaltaron otras discrepancias entre cerebro y corazón. ¡Y el pedaleo detenido! Y es, a éstas alturas del “recorrido”, cuando desde una zona ubicada un poco más abajo del corazón, como a espaldas del ombligo, desde donde me están llegando unas nuevas voces discordantes.“Soy el estómagoooo”, escucho retumbar en mi cerebro.
“Reclamo mi derecho a ser escuchado y tenida en cuenta mi alimentación. Y hasta que esto no ocurra, olvidaros de movimientos. Toda la continuación de mi estirpe, intestino delgado, intestino grueso… se han sumado a mi causa, nos declaramos en paro y negamos vitaminas y demás componentes que demanden músculos, corazón, cerebro… Y mientras tanto…”. Los demás ciclistas no cesan de adelantarme, como diría un marinero, a babor y estribor. De lo más bajo y cercano a mis piernas, sin dejar atrás el abdomen, una nueva y potente voz ha surgido, tormentosa, ronca, de graves y oscuros sonidos… la inmediatez para ser oída se hace patente, imperiosa, todo mi cuerpo permanece callado, expectativo, a la búsqueda de solución al nuevo requerimiento, cabizbajo el cerebro intenta buscar un nuevo recurso, el corazón sin más, organiza los viales adecuados para mandar fuerza a músculos de nombre más mundanos, chocarreros.
El estómago de inmediato se ha sumado a la nueva causa, dado que el transito se ha detenido, la acumulación de materia excremental desechable, amenaza con provocar una contaminación global. La búsqueda de solución a las diferencias anteriores ya mencionadas, queda aparcada, detenida. Se ha sustituido por la localización de un más adecuado y discreto espacio, donde mitigar las nuevas y autoritarias reclamaciones. El acuerdo… de algún modo, por fin ha llegado y todo mi organismo se encamina en la misma dirección, sumándose al razonamiento, sutilmente indicado, por la materia más desechable y repudiada. (Firmado: Empatía Razonamiento Respeto).