Antequerano, hazte un favor: llégate a Menga y abre los ojos de tu imaginación al extenso prado que, manifiestamente, merecen nuestros padres. Diáfano y suficiente en sus límites…, si no fuera porque, en la vaguada, continuarán estorbando (reducido su volumen), los restos del Mamotreto.
Dígame, señor Tamarit: ¿Se supone que los dos tercios de un disparate se harán perdonar… porque “la idea es que el nuevo Museo disimule en el entorno”? No, señor Secretario General de Cultura, no se trata de disimulo sino de algo mucho más obvio: Menga –que no tolera competencia– no merece semejante apaño.
De acuerdo, señor Consejero, en que en estos temas más vale evitar la confrontación y no hacer “política con minúscula”; pero la paciencia dolménica casa fatal con lo anecdótico de la ocurrencia. Sin ir más lejos: el enredo del reparto de vocalías en el Consejo de Coordinación del Sitio, marea ya la perdiz hasta el olvido de algo verdaderamente mollar: Si el sitio (ahora con minúscula) será devuelto a su dueña (Menga), o seguirá estando “okupado” por la Sede Institucional de los que dicen ser defensores de su valor excepcional. ¡Pero, hombre, por favor; que aquello no es un solar!
Señor Vázquez: ¿Cómo se entiende que alguien pueda soñar ambiciosos proyectos de futuro (expropiaciones, desvío circulatorio, soterramiento de ronda), para aliviar presiones sobre el entorno de Menga… al tiempo que se empecina en el error de mantener en su seno el Museo tuneado? Eso sí que es política con minúscula.
¿Reclama usted a nuestro alcalde altura de miras? Hará muy bien tomándose la misma medicina; tampoco es tan complicado (¿o, sí?): Demuelan y dejen a Menga en paz.
