En medio de los calores del verano, la solemnidad de Santiago Apóstol, patrono de España, nos ofrece un alto en el camino de las celebraciones dominicales para honrar a este apóstol a quien nuestro país tiene por protector e intercesor.
Hace unos años desde la propia Galicia, se ha desarrollado un trabajo de potenciación de unos de los principales fenómenos que acompañan a la peregrinación a la tumba de Santiago en la Catedral Compostelana. Me refiero al conocido “Camino de Santiago”.
Aunque realmente habría que hablar de caminos de Santiago, porque son diversos, desde las cercanías de las tierras gallegas, a esos caminos que arrancan en toda Europa, o también en nuestras ciudades del sur de España.
Una realidad antigua, que hunde sus raíces en la Edad Media y que es la semilla de la Europa cristiana que durante siglos hemos conocido en el Viejo Continente. Un camino de fe que difundió la cultura y la fe a lo largo de esa Europa que poco a poco iba a abrirse a todo el mundo ya la Modernidad gracias a dicha fe, aunque a alguno le cueste reconocerlo.
¿Dónde creo que está el secreto que ha tenido el Camino de Santiago para esa revitalización que actualmente sufre? No podemos olvidar que cada año son más los que se ponen en camino por las diversas rutas jacobeas, hasta números apenas soñados hace solo unos años. O que en el caso de la actual Pandemia, ha hecho necesario que el año santo deba prorrogarse durante 365 días más para que puedan acudir a Compostela todos los que lo deseen.
Vivimos en un mundo que necesita de vivencias espirituales, pero nos cuesta trabajo pararnos y trabajar seriamente en ello. Y sin embargo, el ponernos en marcha, el salir de nuestra “zona de confort” suele tener consecuencias en nuestras vivencias y en nuestra fe.
En cambio, en el Camino es una de las primeras experiencias, el poder admirarse ante una naturaleza que se manifiesta en todo su esplendor. Y al mismo tiempo, es el primer paso para adentrarse en la interioridad, en el lugar donde podemos oír con cierta claridad la voz de Dios. Además en el mundo de la comodidad y del bienestar en el que vivimos actualmente, encontrarnos en situaciones que demandan nuestro esfuerzo para ir andando de un lugar a otro por nuestros medios y ligero de equipaje, nos enseña a conocer nuestros límites y también la importancia y la satisfacción que da alcanzar una meta deseada como es ese abrazo a la imagen del Apóstol en la Catedral Compostelana.
Aligerar el equipaje de los pesos inertes que aparecen en ocasiones en nuestra alma es lo que de verdad nos ayuda a avanzar, es lo que permite conocernos más y mejor, viendo como Dios nos va moldeando si nos dejamos trabajar por Él y su amor. Incluso es una experiencia común entre quienes hacen el Camino, afirmar que el Señor los ha renovado, les ha regalado un encuentro con Él.
Por eso es tan importante cuidar el aspecto religioso y de peregrinación que tiene esta experiencia. Deporte se puede hacer por muchos sitios, incluso más hermosos y llamativos. Dirigir nuestros pasos hacia el Camino de las Estrellas puede, desde la fe, ayudarnos a renovar nuestras vidas de la mano del santo patrón de las Españas, cómo proclama uno de los himnos a él dedicados.
Domingo para pedir por la fe en nuestro país, que a través del propio Santiago se vincula a los apóstoles, a los testigos directos de la predicación del Señor. Ojalá nunca se apague la lámpara de la fe en nuestra patria. ¡Feliz fiesta!