El Evangelio de hoy nos habla del perdón. Pero el perdón no es fácil de entender. Ni Pedro que está oyendo a Jesús lo entiende del todo. Por lo que se admira de lo que dice su Maestro. (¡Ay, si fuésemos capaces de admirarnos ante la Palabra de Dios!) .
Pedro, se admira y pregunta: -Señor ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano, hasta siete veces? Y Jesús, que no sólo enseña la verdad, sino que sabe enseñarla, le recuerda un cántico que los judíos conocían, “el cántico de Lamek”, que exalta la venganza diciendo: “Caín será vengado siete veces y Lamek setenta y siete veces”.
Jesús cambia la venganza por el perdón que multiplica de esta manera “Pedro, no te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.”He ahí una propuesta revolucionaria para aquel tiempo y el nuestro: frente a la venganza, el perdón. Hasta el punto que si lo vivimos, nos pareceremos a Dios que siempre está dispuesto a perdonar.
¡Cómo cambiaría el mundo, si nos ejercitáramos en el perdón! ¿Por qué cambiaría? Porque el perdón lo necesitamos todos. Todos somos pecadores, por lo que todos tenemos que pedir perdón. El perdón debe ser el suelo sobre el que se levante nuestra fe.
Sin embargo, parece que todavía no hemos superado la herejía de los wiclefitas, quienes predicaban que los miembros de la Iglesia son solo los santos, por lo que los pecadores no pueden pertenecer a ella. Eso es una herejía. La Iglesia, es decir, todos nosotros, que somos los hijos de la Iglesia, necesitamos el perdón. Por ello, rezamos cada día: “perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
En segundo lugar, necesitamos el perdón porque la mayoría de nuestros pecados son contra los hombres, y por eso, debemos estar dispuestos a pedirnos perdón y a dárnoslo unos a otros.En tercer lugar, para perdonar debemos desechar esas expresiones que a veces se repiten: yo no me humillo más; yo, ya no perdono; yo, me he agachado demasiado…
Sin embargo, al que perdona le ocurre lo contrario, el perdón no humilla, sino que enaltece interiormente. Tanto, que el que perdona se parece a Dios que es rico en perdón y misericordia.Y por último, necesitamos el perdón porque Jesús afirmó que la medida del perdón que otorguemos, será la que Dios use con nosotros: “la medida que uséis la usarán con vosotros”, fueron sus palabras. Mas perdonar no quiere decir que abandonemos la lucha por la justicia y la dignidad de las personas, no.
Lo que ocurre es que el perdón es una de las lecciones más nobles y difíciles, y uno de los valores más hermosos, pues el perdón es señal de libertad, ya que, aunque tengamos motivos, no queremos responder al mal con mal, al rencor con rencor, pues queremos parecernos a Dios que hace salir su sol sobre buenos y malos. Señor, danos la alegría que brota del perdón que tú nos otorgas, para que nosotros seamos capaces de perdonar. Buena oración para esta semana.