En este mes de verano, los mayores recordamos que era el tiempo de la trilla en donde se recogía el trigo que se sembraba en otoño. Y precisamente hoy la Palabra de Dios nos habla de todo el proceso que se ha llevado a cabo hasta recoger el fruto. Jesús en la parábola del sembrador habla de un Dios que siembra su Palabra en medio del pueblo con el deseo de que esta Palabra produzca, en quien la acoja, fruto abundante. Jesús se identificará con estos deseos del Padre y dirá, de sí mismo, que ha venido para que tengamos vida, y una vida abundante. En este mes de verano, los mayores recordamos que era el tiempo de la trilla en donde se recogía el trigo que se sembraba en otoño. Y precisamente hoy la Palabra de Dios nos habla de todo el proceso que se ha llevado a cabo hasta recoger el fruto. Jesús en la parábola del sembrador habla de un Dios que siembra su Palabra en medio del pueblo con el deseo de que esta Palabra produzca, en quien la acoja, fruto abundante. Jesús se identificará con estos deseos del Padre y dirá, de sí mismo, que ha venido para que tengamos vida, y una vida abundante.
Escuchamos y hacemos vida la parábola del sembrador en medio de un verano muy especial marcado por el coronavirus y el cumplimiento de las normativas sanitarias de colocarse la mascarilla y guardar el metro y medio de distancia hasta en la misma iglesia como lugar público. En medio del miedo del COVID 19, en el que hemos de adaptarnos a un nuevo estilo de vida, la semilla de la Palabra de Dios ha de llegar hasta lo más hondo de nuestro corazón para vencer desde la fe el miedo y fortalecer nuestra esperanza.
La Parábola del sembrador nos lleva a prestar atención al sembrador y a su modo de sembrar. Es lo primero que dice el relato: “Salió el sembrador a sembrar. Siembra de manera abundante. La semilla cae y cae por todas partes, incluso donde parece difícil que la semilla pueda germinar. Así lo hacían los campesinos de Galilea, que sembraban incluso al borde de los caminos y en terrenos pedregosos”.
A la gente no le es difícil identificar al sembrador. Así siembra Jesús su mensaje. Lo ven salir todas las mañanas a anunciar la Buena Noticia de Dios. Siembra su Palabra entre la gente sencilla que lo acoge, y también entre los escribas y fariseos que lo rechazan. Nunca se desalienta. Su siembra no será estéril.
Desbordados por una fuerte crisis religiosa, podemos pensar que el Evangelio ha perdido su fuerza original y que el mensaje de Jesús ya no tiene garra para atraer la atención del hombre o la mujer de hoy. Ciertamente, no es el momento de “cosechar” éxitos llamativos, sino de aprender a sembrar sin desalentarnos, con más humildad y verdad.No es el Evangelio el que ha perdido fuerza humanizadora, somos nosotros los que lo estamos anunciando con una fe débil y vacilante. No es Jesús el que ha perdido poder de atracción. Somos nosotros los que lo desvirtuamos con nuestras incoherencias y contradicciones.
El Papa Francisco dice que, cuando un cristiano no vive una adhesión fuerte a Jesús, “pronto pierde el entusiasmo y deja de estar seguro de lo que transmite, le falta fuerza y pasión. Y una persona que no está convencida, entusiasmada, segura, enamorada, no convence a nadie”.
Finalizo compartiendo las reflexiones actuales del Evangelio del Teólogo José Antonio Pagola. El señala que evangelizar no es propagar una doctrina, sino hacer presente en medio de la sociedad y en el corazón de las personas la fuerza humanizadora y salvadora de Jesús. Y esto no se puede hacer de cualquier manera. Lo más decisivo no es el número de predicadores, catequistas y enseñantes de religión, sino la calidad evangélica que podamos irradiar los cristianos. ¿Qué contagiamos? ¿Indiferencia o fe convencida? ¿Mediocridad o pasión por una vida más humana?
Respondamos a estos interrogantes teniendo en cuenta que la Iglesia necesita seguidores de Jesús que siembren por donde pasan palabras de esperanza y gestos de compasión.