En medio de los miedos y golpes que a todos nos está dando la pandemia del coronavirus, no olvidemos que nos encontramos en el mes de octubre, mes dedicado al rezo del rosario y a las Misiones. Un mes que pasará a la historia por la nueva encíclica escrita por el Papa Francisco «Fratelli tutti». Comienza el Papa recordando a San Francisco: “Escribía san Francisco de Asís para dirigirse a todos los hermanos y las hermanas, y proponerles una forma de vida con sabor a Evangelio. De esos consejos quiero destacar uno donde invita a un amor que va más allá de las barreras de la geografía y del espacio. Allí declara feliz a quien ame al otro «tanto a su hermano cuando está lejos de él como cuando está junto a él. Con estas pocas y sencillas palabras expresó lo esencial de una fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite”.
En el Evangelio de hoy, san Mateo nos lleva de la mano al principal mandamiento que Jesús nos dejó: “Amar a Dios y amar al prójimo”. La afirmación de Jesús es clara. El amor es todo. Lo decisivo en la vida es amar. Ahí está el fundamento de todo. Por eso, lo primero es vivir ante Dios y ante los demás en una actitud de amor. No hemos de perdernos en cosas accidentales y secundarias, olvidando lo esencial. Del amor arranca todo lo demás. Sin amor, todo queda desvirtuado. Al hablar de amor a Dios, Jesús no está pensando en los sentimientos o emociones que pueden brotar de nuestro corazón; tampoco está invitando a multiplicar nuestros rezos y oraciones. Amar al Señor, nuestro Dios, con todo el corazón es reconocer a Dios hoy en medio de esta Pandemia como Fuente última de nuestra existencia, despertar en nosotros una adhesión total a su voluntad y responder con fe incondicional a su amor universal de Padre de todos.Podríamos afirmar que hoy, desde la mirada fija en Jesucristo, “amar al prójimo como a ti mismo”, quiere decir, por ejemplo, tratar a los pobres que llegan a Cáritas como personas dignas de su desarrollo humano. Es tratar a los emigrantes y refugiados como ciudadanos de pleno derecho, ofreciéndoles lo que nosotros desearíamos recibir si estuviéramos en la misma situación… Es mirar a los hombre y mujeres privados de libertad como Hijos de Dios que tienen derecho al perdón y reinserción social. Es saber acompañar y buscar recursos para las familias más marcadas por la pandemia que estamos sufriendo. Y lo que quizás es más difícil aceptar: vivir de manera más austera para posibilitar que los demás tengan lo indispensable. Y, especialmente, tomar conciencia y trabajar para una economía que no cree ricos más ricos a costa de una pobreza aún más severa en el mundo. En el fondo es como el mismo Papa Francisco nos recuerda en su nueva encíclica «Fratelli tutti», es vivir creando una auténtica fraternidad y con el objetivo de que en el mundo no domine la ley del más fuerte, sino que la primera preocupación sea para los más frágiles.Ante esa gran tentación moderna que olvida poco a poco el Amor y va convirtiendo al hombre en un ser solitario y deshumanizado, hoy Jesús nos invita a preguntarnos si creemos en Dios o lo amamos. Hemos de preguntarnos en medio de esta Pandemia si amamos como hermanos a los que sufren.