jueves 21 noviembre 2024
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Domingo XXXIII: Os aseguro que no pasará esta generación…

Estamos llegando al final. El evangelio de hoy, nos prepara para el fin del Año Litúrgico. El Año Litúrgico termina el próximo domingo. Después, comienza ya el nuevo año con el tiempo de Adviento. Posiblemente os hayáis dado cuenta, que las lecturas cambian hoy de lenguaje, utilizan un tono distinto al que venían usando los domingos anteriores, parece como si quisieran llamarnos la atención, y decirnos, ¡estad atentos!, ¡procurad afinar el oído y despertad vuestra mente porque lo que va a pasar os va sorprender y no os puede coger dormidos! 

 

El lenguaje apocalíptico del Evangelio de Marcos es un lenguaje que, ni mucho menos, intenta meternos miedo, sino todo lo contrario, quiere transmitir esperanza, aunque sea con esas imágenes tenebrosas. La escatología, los acontecimientos finales: muerte, juicio, resurrección, no deben producir en nosotros miedo alguno, porque tenemos como Dios a un Padre, que nos quiere, nos conoce y sale todos los días a nuestro encuentro para ver si se produce nuestro regreso. Por lo tanto ¿dónde se funda ese temor?, ¿a qué viene ese miedo?, puede quizás que durante algún tiempo, en ciertas predicaciones y formas de presentar este mensaje se utilizaran estos recursos, pero en realidad ese miedo y ese temor no tienen ningún fundamento, por lo menos por parte de Dios. 

 

Todos los domingos hablamos de la misericordia infinita del Dios que se hace realidad en Jesús, todos los domingos estamos reflexionado sobre cómo Jesús acoge a todos, perdona a todos. Lo que sucede es que lo que Dios nos pide, el esfuerzo, el trabajo para darle los menos disgustos posibles y el convencimiento que ese Dios es un Padre que siempre perdona, acoge y acompaña; el miedo, si es que existe no es porque el Padre lo provoque, sino que es por parte mía que no me creo que Dios sea un Padre para mí. Este pasaje, intenta ser una llamada de atención a nuestras conciencias para estar continuamente en estado de conversión, es verdad que en nuestro camino hacia la perfección descubrimos avances y superaciones, pero siempre nos queda algo que nos cuesta entregar al Señor de una vez por todas. 

 

Por eso, en este domingo, aprovechamos para reafirmar nuestra confianza en ese Padre Dios misericordioso que nos espera al final, pero que está siempre con nosotros ahora en el vivir diario, y nos anima en la lucha y el esfuerzo cotidiano: esfuerzos, éxitos, enfermedades, momentos tristes, en todos y hasta el final se encuentra con nosotros ese Padre Bondadoso. Porque si yo creo que Dios es así, luego en mi vida diaria debo hacer realidad esa dimensión, y mostrarme como una persona que ama, acoge, y perdona a la gente con las que vive o con las que me encuentro.

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