Puede que esta mañana me haya levantado más Lorena que nunca. Ustedes, dirán ¿qué es eso? Pues simplemente, que me he levantado reivindicativa, rebelde como siempre me ha gustado ser y pocas veces se puede ser en nuestra vida.
Todo se lo debo a los temas de moral que estoy conociendo más en profundidad en la Escuela de Teología de Antequera, donde además de estar rodeada de un gran grupo de amigos que forman una familia, abrimos nuestra mente y corazón a todo. No les voy a soltar unas letras cargadas de moralidad, de lo que los cristianos, entre los que me encuentro, tenemos o no que hacer, eso lo dejo a la conciencia de cada uno.
Esencialmente, me siento rebelde porque lleno mi vida de hipocresía día a día. Me canso de tener que hacer frente a todo el mundo, escucharles y no poder decirles que verdaderamente no me siento de este lugar, ni de los que me rodean. A mí, me gusta salir a pasear sin pensar, dejándome llevar; me gusta pisar las hojas caídas del otoño en cualquier parte; me gusta sentarme simplemente a observar. Me gusta sumergirme en mi música diariamente, cargarme las pilas de rock para hacer frente a lo que la vida nos depara, que créanme, no es poco. Me gusta ser feliz, con sólo el hecho de que estoy viva, que es mucho.
Y ¿qué?, dirán, eso lo puedes hacer. Ojalá. De ahí el que mi vida esté llena de hipocresía, y sin darnos cuenta, la de todos también. Cuántos no se visten como quieren día a día por el quedar bien. Cuántos te saludan y por detrás te ponen como un trapillo. Cuántos vemos que alguien se equivoca, pero cerramos la boca porque nuestro bolsillo importa más que la moral.
A eso me refiero con esta columna, el ser reales, el ser sinceros, mientras más transparentes seamos, más lo serán nuestros actos. Espero poder hacerlo algún día…