No oía un grillo desde hace más o menos un año, aquí en mi paraíso de Torrox Costa, la otra noche, mientras discurría por páginas llenas de peculiares e interesantes personajes de la saga del Departamento Q. Más o menos eran las una de la madrugada y la luna lunera rielaba sobre el mar sin importarle los turistas que paseaba o chateaban por el paseo marítimo, fue en ese momento que escuché a ese animalito cantor y tal vez a otro más haciendo la segunda voz. Resultaba de lo más seductor el sonido constante.
Leer todo el verano en la playa me parece genial. Por cierto y hablando del departamento Q, me acabo de terminar el duodécimo libro de la saga, el sueño de todo lector de novela negra. ¡Qué pena dejar atrás estos personajes con los que he convivido varios meses! La serie no le llega ni a la altura del betún. Me encontraré de nuevo con Chralie Parker y sus magníficas investigaciones, Las Furias será mi objetivo, que es el décimo libro que me leo de esta saga. Sí, lectura intensa y extensa.
Tengo varias obsesiones a las que vuelvo una y otra vez: la desaparición del perfume de mi vida Champs Èlysees (¿si era un éxito, porqué de la noche a la mañana me ofrecen miles que no tiene que ver con las notas florales del mío?), las manzanillas y el té verde, las sillas tapizadas de terciopelo rojo, el pilates, Chuck Norris y su barba, una copa en el hotel H10 Croma Málaga, las brujas de los cuentos, los malos de las películas, las sandalias de triple plataforma, el aire acondicionado…
Temprano no es cuando salgo a marchar/correr, si no corro mi app me regaña. Bien, en lo alto de las palmeras, en las copas de los árboles que por más que se empeñen no dan sombra, las cotorras alimentan el vicio de la charlatanería y la cháchara, los cotilleos de verano. Dejo atrás las malas lenguas y me adentro en lo sano del deporte mientras saludo a otro corredor que se cruza en mi camino. “Mens sana in corpore sano”.