Me acabo de enterar de que Manolo Barón es el candidato por el Partido Popular a ocupar el sillón de la alcaldía en las próximas elecciones municipales. Habrá comentarios para todos los gustos, que si no es el más idóneo, que es serio de carácter, que no es muy popular, valga la redundancia, que si no va a ser votado con amplitud, y así podíamos seguir un largo etcétera… hasta agotar el diccionario.
Claro que suscita inquietud, recelo, pero también la esperanza de no seguir con más de lo mismo. Porque los años de poder acumulado se van perdiendo en democracia y se van ganando en dictadura. Y si no ¿qué razón tiene de ser ese clientelismo político y tanto voto comprado cada vez más palpable? Si nos fijamos en nuestro Alcalde actual, que en honor de la verdad he de decir que no me cae mal, que lo encuentro moderado, virtud esencial en el ámbito político que se vuelve con frecuencia en error garrafal dentro del propio partido, pero tampoco es la alegría de la huerta, no se distingue por su amplia sonrisa ni por su fácil verborrea, llegar hasta ahí fue un pequeño esfuerzo personal apoyado en unas siglas que dominaban toda la geografía andaluza. Y aún reconociendo su valía, que la tiene, cualquier otra persona arropada por el PSOE hubiera ocupado el sillón. Le cabe el mérito de acceder por gusto, y a diferencia de otros muchos que fuera de la política serían invisibles y casi inservibles, el alcalde ocupaba una cátedra de instituto para vivir, aunque su sueldo ahora sea mucho más sustancioso.
Ese mérito también lo tiene Manolo Barón, es profesor y no le urge buscar un sueldo con desesperación. A esto hay que añadir que es un enamorado de Antequera, que nació aquí, circunstancia para mí imprescindible para optar al cargo, que se desvive por todo lo que ocurre en Antequera, que no le estorban los crucifijos, los venera, y que para rezar no tiene que irse a desayunar con Obama.
Manolo tu camino va a ser difícil, MUCHA SUERTE Y ENHORABUENA.