Antes en Burgos y ahora en Barcelona, las reacciones a las decisiones municipales, arbitrarias o justas, están subiendo el tono. Hasta tal punto, que el Ayuntamiento ha tenido que ceder a las presiones ciudadanas. No es una garantía estar en el poder por una mayoría de votos. El respeto a la autoridad está bajo mínimo y lo que emane de ella cuestionado y revocado. Seguro que cada uno tendrá su parte de razón, sin embargo, las movilizaciones y destrozos que ha sufrido la ciudad condal, no se justifican por la demolición de un viejo edificio ni aunque éste fuera refugio de okupas, reuniones y ejerciera de centro cultural. La clase política tiene que tomar buena nota y entrar a parlamentar con los ciudadanos sean o no sus votantes.
Por imposición no va a tener la más mínima respuesta, no se les va a hacer caso, aún estando en lo cierto. Reconociendo que dentro de las voces de protesta los hay antisistema y personas nómadas que se encuentran en cualquier lugar para que el jaleo suba de tono. Los hay también que acatan la ley, pero hartos de ser ninguneados por los dirigentes. ¿Cuántas veces hemos pedido que expulsen de sus filas a todos los corruptos? No hemos obtenido respuesta. Y siguen, haciendo tropelías, así que cada vez tendrá menos fuerza moral para imponer su criterio. Con el cambio de monarca, me acabo de enterar que en España hay unos diez mil aforados, eso significa en primer lugar, una vergüenza y también, que muchos van a quedar inmunes de casos gravísimos.
Todo tiene su aprendizaje y si no somos capaces de castigarlos en los votos, sí que los burgaleses y catalanes nos han dejado la puerta bien abierta para repeler lo que no convenza. El anillo no sé si se hará, pero tenemos claros ejemplos de cómo actuar para pararlo. El miedo y el qué dirán vamos a guardarlo, ahora nos toca defendernos y defender nuestra comarca. Pídanles dineros a lo corruptos que les sobran muchos.