Desconocemos los entresijos de una cumbre de la OTAN. Creemos, no a pie juntillas, que la cumbre brindará una oportunidad de promover esfuerzos colectivos. Tres días de imágenes de presidentes y maridos o mujeres de presidentes luciendo sus galas para cada ocasión. Cenas, visitas turísticas. Mañanas, tarde, noches.
Y mientras tanto, ¿qué se cuece en los despachos o salas de reuniones de los miembros de la OTAN? Trabajo, trabajo, trabajo. Sólo cuatro mujeres en este escenario. Desigualdad de género en la cumbre.
Me suena todo a un espacio vacío como el que creó el innovador Peter Brook, inglés, director de teatro contemporáneo y muy influyente en escena y fuera de ella. Innovó la puesta en la misma, sus montajes abrieron nuevos espacios decorativos y sociales. Es en esta estética, la política más que la social, en la que hemos visto por museos y escaleras, por cascadas de pasillos y salones de trono, las pisadas de ellos y de ellas. Es lo que se llama en protocolo la diplomacia suave. Los rostros de ellas lucen sonrientes mientras los ayudantes de protocolo, los ayudantes de los ayudantes, los asesores de seguridad y los asesores de los asesores y toda la parafernalia que traen y llevan deambulan más allá de las reuniones de Ifema.
No sabemos si se vende nuestra imagen como país o sólo un aspecto pequeñísimo del mismo. Porque comer en el restaurante NuBel del Museo Reina Sofia o visitar la sala de Musas del Museo del Prado se nos queda muy insípido. Ya sabemos que tres días no dan para mucho y no los vamos a devolver exhaustos a sus países de origen. El hecho es que en estos días se convirtió Madrid en una ciudad impracticable por no hablar del presupuesto económico que un evento así acarrea. Pero no nos rasguemos las vestiduras. Saldremos, bueno, saldrán ellos y ellas en las portadas de los prestigiosos tabloides, evidentemente, la mujer como pura estética. El modelo perfecto de tal o el desacuerdo de color entre zapatos, bolsos o vestidos de cual. La historia solo comienza.
