“No es la fuerza de los brazos ni la destreza en el uso de las armas, sino la fuerza del carácter la que consigue el triunfo”. (J.G.Fichte)
Qué difícil es llegar al idealismo absoluto especialmente si miramos la filosofía de Fichte, la complejidad de sus textos en alemán. Hay unos pocos traducidos al español lo que hace este encuentro aún más complicado, pero interesante. Entender su agudeza es todo un reto. La espontaneidad de “Yo o la libertad” nos lleva por el camino de este filósofo derechos hacia las condiciones éticas que nos conduce a esa libertad fuera del escenario de las exigencias económicas, políticas o de otro tipo.
Ser fuertes es la consigna y conseguimos serlo por supuesto debemos no cruzarnos de brazos que es lo que hizo Cecil Beaton. Se dejó de filosofías baratas, de mercadillos de a pie de calle, borró todo aquello que no lo elevaba y se concentró en el arte de todo aquello que quería ser y como conseguirlo. No negaremos que visualizar por enésima vez MyFairLady o Galatea en la antigua Grecia, si nos trasladamos en el tiempo, tiene mucho que ver en este asunto. Divismo, imaginación a raudales, creatividad infinita y no dejar un no por respuesta ante sí mismo o ante los demás. Así que pasamos de una Alemania filosófica a una Inglaterra eduardiana llena de carreras de caballos, sombreros extravagantes y exquisitos personajes que había salido de la pluma de Bernard Shaw siendo éste considerado como el mejor dramaturgo de su generación. Y llegó Beaton con la ocasión perfecta diseñada, con la libertad que le caracterizaba y trazó el Pigmalión deseado inmerso en una elegancia entre descuidada filosofía y muy snob.
En realidad, si observamos, o conocemos a estas personas a través de sus actos, de sus obras, entenderemos que sólo se trata de eliminar límites. Los que nos impone la sociedad, la gente y los más difíciles de romper, los que nos imponemos nosotros mismos.