Con esta marca se postula Antequera ante la UNESCO, para que el conjunto megalítico –en su entorno de referencia, Peña y Torcal– pasen a ser Patrimonio Mundial. Se ha tenido en cuenta el gran espacio geográfico-simbólico (“Sitio”) con el que interactuaron aquellos pobladores y no sólo el monumento en sí mismo. Perfecto.
Pero “sitio”, lo que se dice sitio, sin comillas ni mayúsculas, es el emplazamiento mismo del bien a preservar; su lugar concreto y su entorno inmediato. Y ahí empieza la contradicción: ¿A santo de qué teorizar en abstracto sobre el “Sitio” (paisaje-cultural) de aquellos remotos antepasados, al tiempo que se les invade el espacio físico (¡sitio!) del bien que nos legaron?
Pues nada, otra vez más de lo mismo: no vendrá aún el hombre de los derribos (Demolition man), sino otro arquitecto sevillano. Esta vez, dispuesto a tunear lo que se levantó allí, a los pies de Menga, cuando la Expo. Y, desde Luciano Alonso para abajo, todos encantados: ¡Nueve millones y pico! Y llega Juanma Moreno: “es de justicia concluirlo”. Y Ana Corredera: “llevamos veintidós años esperando”. Y lo mismo nuestro Alcalde.
Y no parecen querer entender que si “aquello” se dejó inacabado durante décadas, no fue por falta de dinero, sino porque al círculo de responsables del ramo se les empezó a caer la cara de vergüenza nada más ver el pedazo de “algarrobico” que, sin tentarse la ropa, le habían endosado a la pobre Menga. ¡Y ahora lo van a desmochar un poco y disimular con arbolitos!
En esas estamos. Y, por increíble que parezca, todo el mundo se ha adherido: ¡Ayuntamientos, Academias, Prensa, Partidos políticos de todos los colores, con sus nuevas y viejas generaciones de miopes! Pero ¿a qué? ¿A que la UNESCO trague con semejante disparate? Todo el mundo se ha hecho la misma foto con Menga al fondo. Sonriendo de oreja a oreja mientras tienen el “algarrobico” ante los ojos. Alguien podría argüirte: es que hay gente “pa” “tó”. Sí, pero ¡en la vida ha visto uno tanto ciego junto!