Que la humildad deba estar presente en nuestros actos y acciones diarias, es algo en lo que, casi todos estaríamos de acuerdo. Pero la realidad también lo sabemos es, sin duda, muy diferente. Sí, el nacionalismo es algo que se ejerce, que no se consume como alimento, pero de alguna manera aplicado en el día a día nos va alimentando nuestro ego, nos empodera, condicionando nuestra manera de ser. Con todo ello, se pasa casi sin darnos cuenta, de la humildad a la más ostentosa vanidad.
Pedaleando andaba yo días atrás por los aledaños del “Puente de la Campana” pasado el vado del Guadalhorce debajo de la A-45 camino de Cartaojal, cuando observo el trajín de unos pocos agricultores, muy metidos en faena esforzándose por recolectar su producto del tiempo, “el espárrago de huerta”.
No me voy a extender en los aportes obtenidos con el consumo de espárragos, en sus numerosas propiedades, vitaminas y minerales que contienen, en el beneficio de su consumo como alimento fresco de temporada, salvo para aquellas personas que pudieran tener, algún tipo de alergia, colon irritable, insuficiencia renal o cualquier problema con los riñones. Si, como curiosidad les aclaro que el color de los espárragos depende de, si se cultivan enterrados, son blancos, (se cortan antes de salir al exterior) o cuando les da el Sol que adquieren el color verde, con lo que a sus propiedades se le suman, más potasio y fósforo.
Pegaba yo la hebra con la persona que, agarrado a los mangos de un carrillo de mano, repleto de manojos de espárragos, los andaba sacando a cargadero, para su posterior traslado al comercio de turno en Antequera. Él me decía que, tras una noche de fuerte viento como habíamos padecido, con calima, con temperatura muy por encima de lo normal para un inicio de abril, los espárragos disparan su crecimiento, y lo que el día anterior habían dejado cortado y limpio de brotes, les amanecía brotado todo de nuevo, con lo cual no podían descansar, así fuese domingo, lunes o día de fiesta, dado que si se tarda en cosechar el nuevo brote, éste se sube, endurece y se convierte en esparraguera interrumpiendo con ello la salida de nuevos brotes.
El trabajo de cortar espárragos que han crecido al aire libre, brotados de esparragueras que hunden sus raíces en las ricas tierras de la vega, como muchos otros de los realizados por los agricultores, que no se pueden ejecutar con máquinas, no es un trabajo cómodo ni agradable para nadie. Solo por el mero de tener que “doblar”, la espalda y permanecer en un continuo agachar y levantarse, si no se tiene una especial paciencia, capacidad física y de sufrimiento, sería imposible que el resto de personas pudiésemos degustar tan especial y rico producto alimenticio.
Consumir nuestros productos, es sinónimo de nacionalismo. Es, lucir y hacer que crezca nuestra tierra, desde la humildad, sin ostentaciones, sin pompas ni alardes de grandezas y patrias. Apoyar a nuestros agricultores es fomentar el trabajo y la creación de empleo en nuestro entorno. Cuando adquirimos alimentos de temporada, estamos favoreciendo el ahorro energético y la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.
La empatía para con nuestros agricultores, comprando y adquiriendo productos obtenidos con su esfuerzo, sacados a comercio con sudor y sacrificio, extraídos de las fértiles tierras en la Vega Antequerana, con todo ello repito, estaremos poniendo en valor todos sus cosechas, sus productos. Y todo redundara en un crecimiento de la economía local, permitiendo a su vez, a los agricultores, que en viendo su trabajo recompensado y mejorada su economía, propicia que crezcan sus posibilidades de inversión en la variedad de productos y el número de cosechas. ¡Gracias Agricultores!