La solidaridad que demuestra día a día la ciudadanía en momentos tan difíciles como los que vive actualmente la costa valenciana deja en evidencia la urgente necesidad de una nueva forma de hacer política, especialmente cuando está en juego la vuelta a la normalidad y la restitución del patrimonio de muchas familias.
En estos días pasados, resonó con fuerza la frase “solo el pueblo salva al pueblo”, evocando las palabras de Antonio Machado en una carta que envió en febrero de 1937 a su amigo ruso David Vigodski. En ella, el poeta y profesor reflexionaba sobre la Guerra Civil Española y describía cómo, mientras el gobierno había abandonado Madrid, eran los ciudadanos quienes se organizaban y defendían la capital contra las fuerzas sublevadas. Este testimonio, recogido en el libro La Guerra, no solo refleja la resistencia popular ante las adversidades, sino también la dignidad de aquellos que, privados de poder y recursos, se erigen como verdaderos defensores de su tierra.
Es paradójico que, ante la lentitud y falta de reacción de muchos dirigentes, sea la gente común la que destaque por su valentía y solidaridad, llegando incluso a arriesgar su vida para salvar a desconocidos. Mientras las administraciones se obstaculizan entre sí, la sociedad civil se movilizaba como un solo cuerpo. Ejemplo de ello fueron las imágenes que han seguido impactado al mundo: largas filas de personas recorriendo kilómetros a pie para ayudar a los municipios afectados por la DANA. También ha sido digna de mención la profesionalidad de las personas que integran las distintas fuerzas y cuerpos de seguridad, bomberos, militares y protección civil. Frente a esta muestra de un país noble y comprometido, las instituciones parecen haber dejado de servir a la ciudadanía mientras generan un riesgo creciente de desafección.
Ya ha pasado un mes prácticamente y cada vez más, la población sigue expresando su hastío ante esta situación, especialmente por el miedo de que los medios de comunicación olviden pronto el hecho noticiable. En sus declaraciones toda la gente afectada está exigiendo respuestas efectivas y, sobre todo, unidad. Parece igualmente que sólo tragedias como esta tormenta torrencial son capaces de evidenciar la falta de capacidad decisiva de quienes ostentan el poder. Para colmo, en lugar de ofrecer soluciones coordinadas y eficaces, muchos líderes siguen centrados en confrontaciones inútiles para el bien común. “El pueblo salva al pueblo” no debería ser solo una consigna en tiempos de crisis, sino un recordatorio de que quienes administran los recursos deben anteponer el bienestar colectivo a sus luchas internas. Emilio Duró, en una reciente entrevista, señalaba que, por desgracia, el ser humano “solo aprende de los marrones, de ahí que no olvide la avispa que le picó, sin recordar a los centenares de ellas que merodeado cerca de él”.
Está claro que la fortaleza de una sociedad reside en su capacidad para unirse y actuar con criterio, sin importar las diferencias ideológicas. Ahora es el turno de que aquellos con la responsabilidad de gestionar el país aprendan de este ejemplo y trabajen unidos para resolver los daños, porque la ciudadanía ya no espera discursos vacíos, sino acciones concretas y efectivas. Crece, pues, la demanda de un cambio de actitud en quienes deambulando entre despachos, en su inercia, vienen a desconectarse de la realidad cotidiana de la gente que lo pasa mal. “El pueblo salva al pueblo” no debería ser solo el último recurso ante la emergencia, sino una guía para que los más arriba permanezcan a la altura del ejemplo ciudadano, trabajando juntos para el bien común. Peter Drucker, uno de los grandes expertos en la gestión de equipos y empresas, creó la célebre frase: “El liderazgo efectivo no se basa en hacer buenos discursos o en ser querido, se fundamenta en los resultados que consigue en el bien común”.
Parece claro que, cada día más, los ciudadanos requieren buenos líderes en detrimento de esos escaladores rápidos que van de paso y a lo suyo con una mano arriba y otra abajo. Tal está el patio a tenor de la opinión publicada.