Es ya constatable que la proporción de personas mayores crece en todo el mundo más rápidamente que cualquier otro grupo de edad, originando un envejecimiento acelerado de la población y un aumento en la esperanza de vida. Esta circunstancia a todas luces satisfactoria, tiene a su vez una connotación preocupante para la economía de muchos países en la medida que conlleva un serio replanteamiento de la política económica por el derecho adquirido a unas pensiones dignas y el notable gasto sanitario añadido.
Hoy, cuando las personas van entrando en esa edad en la que acudir al trabajo es únicamente un recuerdo del pasado, se está manifestando un nuevo reto: el del envejecimiento activo. La Organización Mundial de la Salud lo define como “el proceso en que se optimizan las oportunidades de salud, participación y seguridad a fin de mejorar la calidad de vida de las personas a medida que envejecen”.
Es evidente que los mayores van a requerir y a hasta exigir paulatinamente un mayor papel en la sociedad, pues llegar a estas edades implica asumir los valores de una vida saludable, cultural y participativa y un nuevo ciclo que se abre en el desarrollo personal. Toma protagonismo así un clásico en los tópicos actuales: aportar más vida a los años y no solamente años a la vida. Con lo dicho, el nuevo reto para los agentes sociales y las administraciones va a radicar en la mejora de oportunidades de este colectivo para que seguir cumpliendo años sea una forma de sentirse más querido no desde el ámbito familiar, sino valorado y hasta amado por una comunidad. Sería como volver a esas tribus ancestrales donde todo se basa en la experiencia que se acumula por la sabiduría que dan los decenios y no en considerar que nuestros mayores son la pesada losa que obstaculiza nuestra ajetreada vida.
Por lo pronto, demos el justo reconocimiento a tantas personas de edad avanzada que pasean, nadan, acuden al gimnasio, colaboran con asociaciones o cofradías y hasta vemos acudir al centro de educación permanente. Gracias a ellas y al trabajo de toda una vida, nuestra sociedad es hoy lo que es. Los que ya peinamos canas, no es que estemos inquietos… Se trata de la pura supervivencia de valores en una sociedad cada vez más despersonalizada.