Circula por internet un correo que ha visto todo el mundo: el “caminito del rey” y alguien que, cámara en ristre, va grabando su travesía sobre el abismo. Como la excursión es de alto riesgo, el remitente advierte: “es una pasada; pero, si tiene vértigo, lo va a pasar un poco mal. Ver el vídeo hasta el final, porque merece la pena”. Y uno lo ve; pero, llegado al final ¡la pena va de mal en peor y el vértigo en aumento! ¿Cómo se explica esto? ¿No será que lo que duele y produce vértigo es la abismal inoperancia de unos políticos que, en los últimos cuarenta años, no parecen haber tenido tiempo, dinero o ilusión para abrir al turismo semejante maravilla? Y aún le duele más que el remitente diga que es “una pasada”, en lugar de echar sapos por la boca, que con muchas bocas y muchos sapos, los de arriba se hubieran dado ya por enterados.
Parafraseando a Platón (que califica de vértigo –eufemismo de náusea– la “depre” que le produjo el espectáculo político de su tiempo) esto no tendrá arreglo hasta que los políticos no gestionen la cosa pública con realismo de empresarios. Y, suponiendo que lo tienen, uno pregunta: ¿No quedó cubierto el cupo de ornato público en Antequera con el traslado del Capitán Moreno? ¿Acaso, en términos de inversión productiva, se justifica el millón del Paseo? ¿Tiene sentido el inmenso estropicio del Anillo porque –como dijo una política– el anterior jefe de ADIF (Primer Señor de los Anillos), era de Málaga? ¿O –menos sandez, pero muy cortoplacista– porque esos millones “no pueden pasar por aquí de largo” (Sr. Barón)?
Y, finalmente ¿hay alguien en condiciones de afirmar que dentro de quince años ese Anillo va a continuar produciendo tecnología ferroviaria y ambiente para Antequera? Porque da vértigo pensar en un Anillo peatonal… como tantas otras ocurrencias “políticas”.
Menos mal que el Torcal ya está inventado y que el Alcalde se ha tomado muy en serio el promocionarlo. Pues el mismo realismo económico vale para todo (dólmenes incluidos).