Nuestro centenario árbol de la bajada al cementerio es también conocido como chopo americano o de Virginia y cabe preguntarse cómo o por qué causa se plantó en Antequera y en ese sitio tan apartado del centro urbano. Un ejemplar femenino, cuya multitudinaria floración en amentos a finales de febrero se produce con anterioridad a la salida de las hojas. He aquí la probable explicación de las visitas del profesor universitario: con toda probabilidad procedería a realizar cruces o hibridaciones con el chopo negro tan habitual en Andalucía.
Los notorios requerimientos de agua de nuestro árbol siempre se han visto satisfechos por las lluvias de antaño y por la antigua acequia de la comunidad de regantes. Muchos lectores recordarán la enorme pileta cercana y que según parece recibía el agua desde el nacimiento de La Villa a través del Callejón de la Piscina. A pesar de ello, siempre ha debido existir mucha humedad en el subsuelo de la bajada al Camino del Cementerio y ello ha favorecido el enorme porte de este chopo del que nuestra ciudad debe sentirse orgullosa además de difusora de su singularidad. Puede que ese aporte hídrico haya desaparecido con las nuevas obras realizadas en la zona, aunque esperemos que sus múltiples raíces sean capaces de complementar la canalización realizada por Aguas del Torcal.
Ya aparecen en 1842 documentos en el archivo histórico con recibos por pagos de jornales para instalación y riego de llorones y otras plantas existentes en el reciente cementerio. A todas luces parece más probable que el álamo pudiera obedecer a una plantación posterior y por ello se alude a que no deja de ser curioso y casi motivo de investigación la aparición del álamo carolino antequerano. En cualquier caso, no debemos olvidar que este bello y a la vez longevo ser probablemente ya está en una fase bastante avanzada de su vida y los cuidados paliativos siempre serán muy importantes para seguir garantizando su longevidad. Se deben evitar lamentos por árboles tan antiguos que dejan de existir y hasta ser un peligro por no haber recibido la adecuada atención de los especialistas.
Por lo pronto, disfrutemos de esta maravilla contemplando su majestuosidad y ojalá las nuevas generaciones que nos sigan puedan seguir observando “la gracia de su rama verdecida” que diría don Antonio Machado de aquel viejo olmo de su poesía.