Lo crean o no, no me sale otro tema. Y voy a usar esta extensa palabra una sola vez: corrupción. El juez del Tribunal Supremo de Justicia gastó dinero público para viajes privados. Con la cantidad que se baraja, podían haber comido muchas familias.
Nadal juega en tierra batida de color del cielo, cuando éste, el cielo, haciendo caso omiso de los recortes, exhibe con carácter, un añil heredado de los dioses del Olimpo. Retador y demudado por lo que ve desde las alturas, no deja de exhibir su inmensa autoridad, su autenticidad contaminada por los de abajo, pero íntegra, cargada de ozono y oxígeno.
Mentecatas sonrisas de aquéllos que tienen la desfachatez de ser ellos mismos sin pensar en los demás. Revolución cuadrada que habla en inglés o en alemán. Curioso contraste de narices y de autoritarismo. Yo estudié el absolutismo y creía que eso era como el sarampión, se pasaba y no sucedía otra vez, pero me equivoqué desgraciadamente.
No corro detrás de los poderosos de cualquier signo o afición, no va conmigo, y me encanta que me lo reprochen, pues dicen los sabios, que aquello que te censuren, lo cultives, porque a esa gente es lo que más les fastidia. Yo no lo hago por incomodar, me sale así sin esfuerzo, especialmente en los días claros en los que la magnificencia de la naturaleza engulle todos los sentimientos falsos y las traiciones.
Millones cruzando delante de nuestras caras con una impunidad que asusta por eso, porque aquéllos que piden justicia no la tienen.
Me tocan el alma los niños robados, las madres sin esos hijos, los hijos que se sintieron comprados, vendidos, como mercancía, de mano en mano, de firma en firma. Papeles, sellados.
Tierra azul, resbalosa, pero ¿qué es esto para un número uno o dos como Rafa? ¿Un reto? ¿De color, textura, sonido, jueces de silla de línea, público…?
Retos para todos los seres humanos los hay día tras día, y allá vamos. Sin red, sin raqueta sin millones.