El otro día en un encuentro ante personas que quieren escribir, me lanzaron la consabida pregunta de ¿cómo se hace uno escritor? Más o menos sonaba así. Bueno, les dije, como tantas otras veces y a otros colectivos, un escritor escribe, escribe… ¿Y si no se te ocurre nada? Esta cuestión es peliaguda pues alude al famoso folio en blanco y yo que no me sé todas las respuestas les digo: pues escribes lo que primero se te ocurra, o te asomas a la ventana y cuenta lo que ves…
Los talleres de verano parece que son más ligeros que los del invierno, pero el público está igual de interesado que el del otoño o el invierno. Me di cuenta enseguida que nadie hablaba de sus experiencias lectoras. Así que tomé la delantera y empecé a hablarles de mi experiencia con la novela negra. ¡Glup!
Entré de lleno porque si algo faltaba por mi creciente cariño por este género, lo puse en el tono de misterio en el que les conté mis sospechas no previsto en mi programación, debe ser la faceta de narradora, debe. Les hablé de la última novela que me había dejado muy impresionada. La novia Gitana de Carmen Mola, no busquen porque es un seudónimo. Novela muy adictiva, y dura ya lo creo en la que la trama implica y está muy bien interpretada por los integrantes o personajes del libro que se las traen cada uno en lo suyo.
Les he pedido para la semana que viene un relato corto con perfil de novela negra y allí los tienes empeñados en liquidar a todo el mundo y culpar al otro medio. Ahora, en un atardecer indescriptible, pues la naturaleza tiene mejores palabras que las que pudiera poseer, bajo a la playa llevando en mi cesta el libro que ahora me estoy releyendo El talento de Mr. Ripley de Patricia Highsmith. ¿Recuerdan Extraños en un tren? Pues la misma escritora. ¡Me voy al agua!