El verano de 2022 se está convirtiendo para España en toda una pesadilla de altas temperaturas y numerosos incendios que están calcinando numerosas hectáreas, dejando en la calle a numerosos vecinos que durante toda una vida trabajaron para tener un hogar.
Los datos no dejan indiferente a nadie: cerca de 200.000 hectáreas (el doble que en cada año de los dos últimos lustros), 11 grandes incendios (prácticamente el doble que en la última década) y dos ingentes olas de calor con los termómetros arrojando valores superiores a los 40 grados en el diurno y a los 25 en el nocturno. Nos dicen que los científicos preveían esos datos para 2050 y que se nos adelantan treinta años. ¿Quieren de verdad que nos creamos ese vaticinio? Pues no. Difícil de creer; en verano siempre hizo calor. Bien es cierto que los suelos silvestres a más de 30 grados son toda una realidad al igual que el cambio climático y que los ecosistemas se están sintiendo más que amenazados.
Pero con ese panorama y con el venimos lastrando desde la última década se hace necesario que las autoridades competentes (gobierno nacional y autonómico) pongan durante el invierno y la primavera toda la maquinaria, los medios y dispositivos necesarios y a su alcance para que se cuiden los campos.
No se trata de una situación que esté afectando únicamente a nuestro país, tampoco se salvan las vecinas Portugal y Francia. Pero para el caso que nos toca, España, se hace necesario de una intervención en todos los sentidos: mayores medios aéreos, profesionalización de los bomberos del Infoca (lo dan todo por sueldos inestables), mayor número de retenes y creación de equipos de refuerzo antes situaciones catastróficas como la que nos están acompañando.
Los incendios de Galicia, Castilla y León y Andalucía han puesto de relieve que todos los esfuerzos son pocos cuando se trata de apagar el campo, de acabar con incendios que en horas y según la dirección de viento arrasan nuestros ecosistemas.
Por lo tanto, desde ya, aunque no sean medidas populistas, las distintas administraciones deben trabajar de forma conjunta para desarrollar planes de actuación en los diferentes escenarios: creación de cortafuegos, limpieza del campo y creación de brigadas que sirvan de refuerzo a los profesionales de la UME, Infoca, Protección Civil y un largo etcétera. Y, por supuesto, endurecimiento de las penas para los pirómanos.
Con un país que tiene sus mayores ingresos merced al turismo, no podemos permitirnos que el fuego arrase nuestros campos y deje a infinidad de familias desoladas luego de una larga vida trabajando.