Entre todos la mataron y ella sola se murió. Así se encuentra España. No vamos a enumerar las mentiras del ya presidente del Gobierno (cansaría incluso a la Inteligencia Artificial en hacer una búsqueda segura); no vamos a entrar en él y tú más que tanto gusta a Sánchez y la extrema izquierda; no vamos a hacer barrido de hemeroteca para ver cuánto nos ha engañado y cómo nos ha mentido. No, no van por ahí los tiros y mucho menos el sentido común.
La cuestión pasa por preguntarse: ¿Qué precio vamos a tener que pagar en España por todo lo que ha firmado Sánchez para que vuelva a ser presidente? La amnistía y la autodeterminación que van en el paquete firmado con los independentistas como elementos esenciales tienen un coste muy alto, incalculable. Un coste, además, muy peligroso pues las crisis económicas vienen, se mantienen y aún abonando un alto precio suele salirse de ellas con cierta esperanza. Pero, no ocurre lo mismo con las crisis políticas que son mas duraderas, muy peligrosas y con consecuencias siempre muy negativas.
El nuevo gobierno, que vuelve a sumar 22 ministerios, uno de ellos de la infancia y la juventud, en manos de una comunista, muestra a las claras la certeza de quienes nos van a gobernar. Un gobierno que guste o no es un peligro para la democracia. Sí, un peligro pues la separación de poderes, propia de una plena democracia, se cuestiona desde el minuto 1, donde el ministro Félix Bolaños, que asume Presidencia, Relaciones con las Cortes y Justicia, corrobora cuanto decimos.
Autocrático se mostró Sánchez en su discurso. El presidente llegó a decir que levantará un muro para impedir cualquier acercamiento al poder de la derecha. Esto es en lugar de convivencia, confrontación. Una confrontación que es producto de la necesidad de dar respuesta al pacto firmado por Sanchez con un líder de la banda terrorista ETA; con un condenado por el proceso independentista, Junqueras; y con un prófugo, Puigdemont. Y en ese punto, dejando el gobierno en manos de un fugitivo, damos término a la ley y cuando aparcamos la ley damos principio a la tiranía.
El presidente Sánchez, pese a quien le pese, hunde la transición y hace héroe a Puigdemont y ahora los independentistas resulta que son los buenos. Con ellos la justicia se extralimitó y con Junqueras hizo lo propio pues tuvo que abandonar España para exiliarse. Con esas alforjas Sánchez ha arrancado una nueva legislatura donde por más vueltas que uno quiera dar no encuentra una respuesta coherente. Los que dieron el golpe de Estado y que ahora dicen que volverán a hacerlo, se presentan con la llave del gobierno y de la legislatura. ¿Cómo es posible que los que dieron el Golpe de Estado hayan sido los redactores de las nuevas leyes? ¿Cómo es posible que se negocie con un señor que está fugado de la justicia para que alcanzado el pacto de gobierno se borren todos los delitos? Nada de lo ocurrido tiene sentido, nada ha sido sensato, pero con esas arrancó la legislatura.
El ejecutivo de España vuelve a encontrarse en manos de Sánchez, personaje con un poder cada vez más cuestionado y con nula autoridad. Su continua mentira, su falta de decoro, su incapacidad de respetar al contrario y su afán desmedido por seguir en el sillón de La Moncloa lo han marcado a hierro. Si alguna duda había sobre él y sobre su calidad humana, manifestó lo poco que vale con sus carcajadas en el Congreso. Ahí echó todo lo que nos esperaba por ver. Y ese gesto, cual macarra de bolera o dueño de una taberna de un arrabal, demostró que gusta al populismo mucho más que la educación y las buenas formas. Es por ello que las frases de poner el contador a cero, derecho a la autodeterminación, nueva política social, intento de aproximación social, y el derecho a decidir de los catalanes hayan inclinado la balanza al pacto con fugados, lideres independentistas unos y de banda terrorista otros.
Habría que preguntarle a Sánchez si se ha parado a pensar el dolor, la rabia y la impotencia que pueden tener y sentir los familiares de las víctimas de ETA; análogo los familiares de esos policías convertidos en héroes que en la jornada del 1 de octubre de 2017 fueron humillados, maltratados, apaleados y algunos destrozados físicamente, en Barcelona. Pero ni se lo pregunta, ni se lo han cuestionado ni estará dispuesto a que se lo pregunte. Él ha conseguido su objetivo. Ahora sus 22 ministerios, vicepresidencias y cerca de un millar de asesores, altos cargos y estómagos agradecidos tendrán que lidiar en un escenario de batallas donde cada desafío será una puñalada a nuestra constitución… La suerte está echada.