Se dice, se cuenta o se comenta por ahí, que todo el mundo tiene una vara de medir distinta, y que normalmente, todos lo hacen dependiendo de cómo les va en el patio. ¡Una gran verdad!
Y esas medidas para unos mayores, para otros menores e incluso, para otros extraordinarias; también me influyen a mí. Y no piensen que estoy hablando de las medidas del Gobierno, de recortes y demás temas de la actualidad –procuro siempre dejar claro que soy bastante apolítica–, sino de la vara con la que en Antequera se está midiendo la pasada Real Feria de Agosto.
No entiendo por qué este año a todo el mundo le ha dado por valorar si esta Feria ha sido buena o mala, la mejor o la peor de la historia, y digo yo: ¿acaso todos los que lo hacen tienen en su cuenta 264 años, los mismos que tiene nuestra feria para poder evaluarla y compararla? Seguro que no, de lo contrario, me asustaría infinitamente.
Y es que todos, y en ese grupo desgraciadamente me incluyo, tenemos una gran tendencia a ser jueces de lo que nos rodea. Si participamos somos jueces, si lo organizamos somos jueces y aunque no tengamos parte alguna en el cotarro, somos jueces de primera orden. Tremendo nuestro problema, porque nunca vamos a poder ver las cosas con el prisma de la verdad sólo lo veremos con los anteojos del que se cree un dios que todo lo hace y domina.
No pretendo ofender a nadie, sólo que cansa demasiado el escuchar por un lado y otro: yo lo hago mejor que éste, antes las cosas se hacían de otra manera… ¿No es mejor sentarse todos en la misma mesa y como una familia, hablar y mejorar, ver y entender que ni todo lo anterior es lo pésimo y ni lo nuevo es extraordinario? Simplemente, hay que saber mirar, elegir, reconocer que algunas cosas que se hacían en Feria eran para salir corriendo y no mirar para atrás; y ahora hay cosas muy mejoradas, pero otras siguen siendo una cuenta pendiente –no todo son grandes conciertos–.
Y sí, sé que piensan al final de estas líneas que yo misma estoy haciendo de juez, pero es que, todo lo malo se pega.