Y llegamos al mes del regreso con una excepcional sensación en el pensamiento. Los tiempos cambian. Se disuelven las imágenes. La carrera hacia el otoño no ha hecho más que empezar.
Llego a Málaga desde mi casa, la de Torrox-Costa, con una evocación acogedora,magnífica, pues ha sido un agosto suave, lleno de noches frescas y días llenos de sol, nubes, brisas del sureste… Amigos, conversación ante un buen vino, olor a mar, frescor del agua…
No tengo ningún síndrome postvacacional, pero hay muchas personas que lo están sintiendo por obligación, no por devoción, no por frivolidad, pero sí por necesidad acuciante. El pequeño contrato que tenían se les ha acabado. Ya no servirán en un restaurante o no harán camas en un hotel.
De nuevo la visión en septiembre con largas colas de parados y lo que es peor, el sabor amargo de la destrucción de empleos, unos doscientos mil. Los números nos dejan un poco indiferentes porque, al menos yo, estoy harta de cifras que no me llevan a ningún sitio y de justificaciones que no me valen, o aseveraciones mentirosas.
Ya sabemos, y si no yo sé lo cuento, que este agosto, y hablo del peor desde 2008, es decir nueve años, ha sido el más desastroso. Pero hablemos de la afiliación, Agosto bate récord desde 2011. Una discreta actuación de la hostelería en agosto ha provocado el gran detrimento de esta.
Me sorprende que en “plena remontada económica”, el crecimiento de parados haya sido tan numeroso. El sector servicios es el más tocado, una cuesta arriba muy dura de llevar según cuenta los expertos hasta Semana Santa con un alto en Navidad. Señores del gobierno ¿en qué piensan?
El viento ha cambiado, sopla seco y de poniente. Las hojas de las palmeras de la avenida suenan diferentes a las del paseo marítimo.
