Resulta que hoy han recibido su segunda dosis Araceli y Mónica, dos ancianas de Guadalajara ¿Es eso noticia para un telediario? No, señor periodista o lo que seas; ni como anécdota nos importa un bledo; sólo habrá noticia cuando, en unos pocos meses, le claven esa aguja (siempre un primer plano ¡qué cosas!), al último mono de este país. Porque si vamos a tener que ver una por una a todas las viejas de España, estamos aviados; a ese ritmo nos plantamos en el verano de 2024.
Por su parte, los sanitarios, que no saben cómo parar el tsunami, apelan a nuestro interés: “Si quieres estar seguro de contar con una cama UCI, autoconfínate” “De lo que quiero estar seguro –habría que replicarles agradecido–, es de no necesitar esa cama: ¡Vacúname de una puñetera vez!” ¿No era más barato prevenir que curar? Pues, ni por esas: parece que no les da tiempo a administrar ni el ochenta por ciento de las vacunas que llegan: ¡qué mundo este de cháchara e ineficacia!
Lo de los ochenta grados bajo cero de la vacuna Pfizer no será un tema menor; pero más crudo lo tuvo el médico Javier de Balmis cuando en tres años –1803 al 6–, le dio la vuelta al mundo en un velero, vacunando contra la viruela a millones de personas. Su capacidad de liderazgo hizo de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna un éxito para la España de Carlos IV, que hoy nadie recuerda. Con sólo sus “Juntas de Vacunación” nos hubiéramos librado de este guirigay de si nos vacuna el boticario o su mancebo que -en nuestra infancia-, se dejaba llamar Ramón “el manquillo” y que, aún siéndolo, nunca necesitó que le echaran una mano.
Hoy, setenta años después, vencida la polio pero no la burocracia, está uno por pedir (para eso paga) la vacuna en modo Mac-auto: me bastará con sacar el bracillo. Y si me pincha un robot, mejor; y que me olviden.
