Es fácil empatizar con los hermanos de San Juan de Dios. Con su obra callada, serena y consoladora, cambian pequeños mundos, condenados a la vejez, sufrimiento y soledad para transformarlos en esperanza y dignificarlos. Y todo ello es fruto de la consagración a Jesucristo. Reiteran que no sólo lo hacen porque sientan bondad hacia el prójimo o porque la solidaridad sea un valor que debiera cubrir a toda la humanidad. Su servicio a los demás, es el resultado de su experiencia con Cristo.
Llevan unos años en nuestra ciudad y aún sienten que son verdaderos desconocidos para muchos antequeranos . Invitan a toda Antequera a la celebración de su festividad el próximo 8 de marzo. Preparan la fiesta con gozo, engalanan la Capilla, los mayores se visten con sus mejores ropas y toda la casa transmite júbilo y alegría. Se comienzan los actos con una misa a las once y media, que este año, además de la solemnidad de la fiesta, es el día del Señor. Es domingo. Quieren que sus mayores se sientan acompañados de familiares y vecinos.
También abrir la casa, para todo el que quiera conocer de primera mano la labor que se lleva a cabo dentro de esas paredes. Una jornada de puertas abiertas donde el visitante puede salir con emociones encontradas, pero no deja a nadie indiferente. A pesar de la decrepitud física, que se alarga a pasos agigantados, hay espacio para la alegría. Hay consuelo y acogida, y sobre todo, amor.
Amor a un prójimo desvalido y dependiente, que precisa cuidados esmerados y sonrisas. Sentir que siguen aquí porque les queda algo que decir. Armonía, conversaciones amenas y espacios de ocio. No es el silencio hospitalario. Es una convivencia constante y rica entre hermanos y mayores en los que todos salen beneficiados.
Es curioso ver a los ancianos en su otoño personal, ante el que cualquier vida humana se inclina, sacar aplomo, el saber estar sereno que se gratifica con un pequeño paseo, una caricia o un postre extraordinario y rico que ha invadido, con aroma de vainilla, toda la casa. Pequeñas cosas que consiguen mucha felicidad.