Este pasado miércoles un grupo de turistas, concretamente tres matrimonios en edad de jubilación, me preguntaron por una iglesia de Antequera que no habían visto y si era verdad que era una maravilla su retablo barroco, su linterna y el artesanado mudéjar del techo. Me parecieron bien documentados. Uno de ellos fue más allá y trataba de situar el retablo en el churrigueresco. Ese nombre que dimos en Andalucía al barroco tardío. Creo recordar que coincide con el reinado de Felipe V. ¡Los años que han tenido que pasar para ver reinar a Felipe VI!
Pues sin pretenderlo y con deseos de conocer pormenores de la ciudad y habladora que soy, creo que de nacimiento, estuvimos varios minutos dando repaso un poco al panorama nacional. Después de contemplar la maravilla de ciudad que tenemos; me comentaron que la vieron con poca vida. ¿Qué parte de vida aún no hemos entregado a nuestra ciudad o no sabemos hacerlo?¿Adónde vamos a buscar esa varita mágica que nos dinamice?
Desde luego es una tónica constante esa falta de despegue de lo local a dónde queramos o podamos imaginar. Yo sueño ver la plaza de San Sebastián llena de terrazas, la calle Estepa vestida de lujo para todo lo que pueda atrae la atención de los visitantes. Probablemente se tengan que efectuar cambios en los comercios tradicionales. Agruparlos por sectores y buscar por los sitios más recónditos la forma de atraer al dinero. El dinero es muy coqueto y le gusta emplearse cuando hay un gran abanico de oportunidades cerca, muy cerquita unas de otras; porque además es muy vago y le cuesta andar.
No puedo a ayudar a saber que falta o en que andamos sobrados, pero hace quince días estuve en Ronda. Todo abierto, loteros, ropa, zapaterías, joyerías, hasta esos locales diminutos que ofrecen bebidas y poco más. Habría un punto de partida para llegar a este momento dulce que parecen gozar y un pequeño calvario en su recorrido hasta la cima donde se sitúan.
Pero es una ciudad atrayente a reventar y con una oferta inigualable. Antequera acabará siéndolo, pero la ciudadanía y las autoridades tienen que contribuir con verdadero afán, sin tener miedo a los votos que a la postre han resultado que muchas veces son frustrantes y no valen casi nada.