Bueno, salgo del cine y me ataca una especie de sinceridad extravagante. No me ha gustado la peli, por más que mi pareja intente disuadirme de mi error, no me ha gustado y mira que la crítica de Filmaffinity ya me lo advertía.
La película es mala, muy mala y saben, la primera defraudada soy yo que esperaba pasar una tarde de viernes entre celuloides de 8 milímetros y postres variados, no soy aficionada a los dulces, mire usted, pero cuando me da, me da. Con respecto a esto último mis amigas y vecinas me tienen envidia pues ellas tienden a consumir ingentes cantidades de dulces, pero yo para relajar el ambiente, siempre les digo, y es verdad, que a mí me tientan siempre las patatas fritas de cualquier diseño, eso sí.
Las voces de los actores resuenan en mis oídos aún. ¡Qué desperdicio de inteligencia! Corren, van y vienen sin llegar a cuajar en sus cometidos. De vez en cuando suena un disparo inútil igual que suena una campana en una torre perdida en el paisaje de un lugar, que dudo mucho un localizador la conozca.
El amor enlatado hace su aparición y entonces todo se desparrama sin sentido. El público está atónito y es que los pocos que estamos en esta sesión de las 4 p.m. esperábamos lo que te venden en tráiler y mucho más, pues creo que los que amamos a estos hombre y mujeres del cine, siempre esperamos la última vuelta de tuerca.
Me han querido vender realidad y lo que encontré fue humo, humo espeso y soso. El problema es que ni los actores ni la pareja protagonista, por no hablar de los fantásticos secundarios, me han hecho tilín y eso que ya cuentan con mi aprobación y mi admiración desde hace años. ¿Desilusión? No, yo esperaré la próxima y mientras veré HBO, Netflix que no tiene anuncios, y es de agradecer.
Frío en la calle. Me hace compañía un helor inusual. See you soon!