Javier Martín Redondo se inscribió en un curso financiado por la Junta de Andalucía de quinientas horas de duración para la elaboración de productos cárnicos con vista a un futuro laboral. Su primera sorpresa fue comprobar que sus formadores no tenían formación y que su contrato, sobre papel, por parte de la empresa distaba mucho de la realidad del día a día. Se sentía utilizado como mano de obra barata. Esto ha relatado a la comisión que investiga el fraude en la formación para el empleo. “Tengo el título, pero no sé hacer chorizos” palabras textuales que vienen a confirmar el gran fraude que ha sido los cursos de formación y que la presidenta quiere volver a recuperarlos.
¿Para qué? si son miles de millones lo que se gastan en políticas que no son activas ni formativas y las irregularidades campean a sus anchas desde sus comienzos. ¿A quienes benefician la implantación de estos cursos? ¿Merece la pena la contratación de las personas que han realizado estos cursos en relación al dinero invertido?
Este país está haciendo aguas por culpa de todos. Unos porque se llevan sus dineros fuera para eludir sus responsabilidades tributarias, y aunque cumplan con sus obligaciones fiscales, el hecho de llevárselo es una falta de confianza en tu país, y más aún si ocupa un cargo público de relevancia que te obliga a luchar por los intereses comunes, incluidos los propios. Otros porque no saben ya cómo seguir sacando dineros como las Cajas de Ahorros que tanto han arruinado, pero tienen que aumentan beneficios. La formación seguirá enriqueciendo a otros. La clase política no se entienden, ni dentro ni fuera de sus grupos. Y Manos limpias, que nos parecía la salvación ante tanta falsedad, ha resultado ser un peligroso lobo envuelto en suave piel de cordero. ¡Elecciones ya! Olvídense de la propaganda que sabremos afinar mejor el voto.