Hay políticos excelentes, en todo el territorio nacional, en nuestra ciudad también. Otros, parecen el relleno de un nórdico chino, plagado de fulleros abullones confeccionado a toda prisa, donde cabe de todo desde incompetencia, falta de preparación, buenas costumbres y un desprecio total a la ética. Aquí ocurre lo mismo. La falta de habilidad social ha dado paso a los ataques personales, y el tener a la vuelta de la esquina unas elecciones; acabará representando un teatro del absurdo, el envés de una moneda que ningún ciudadano desea poseer.
El baile de la yenka que tan alegremente bailábamos en nuestros años mozos, se ha convertido en una danza fúnebre. Ni izquierda, ni derecha, ni delante, ni detrás, portan alegría. Es un canto de luto agrandado porque se entremezclan el trigo y la cizaña, y ésta está sembrando dudas, desconcierto y vergüenza. El trigo limpio está debilitado por la sequía de decisiones contundentes, enérgicas, responsables, donde no tiemble el pulso, y se recupere el sentido de Estado y autoridad. Los espectadores asistimos abochornados, sin saber cómo actuar para no hacer más daño.
Y entre tanta confusión, los políticos acaban por empequeñecerse tanto que piensan que el resto de los mortales somos igual de necios, torpes y “enteraos” que ellos. Ésta es la que nos llega. Y los hay ecuánimes, trabajadores, honrados y preocupados por la buena marcha de las instituciones. ¡Atrévanse a dar el puñetazo en la mesa y háganse notar!