En su tercera edición el Club de Leones ha querido premiar la labor extraordinaria que llevan a cabo estas religiosas con personas tan vulnerables como son los ancianos. Yo conozco un poco su buen hacer, su casa, el orden por el que se rigen, el olor que deja una sensación muy grata en el visitante y que dice mucho del cuidado de los mayores, y he observado con admiración el trato. Importante es que el cuerpo esté bien atendido, pero también se esfuerzan por retrasar la vejez de sus mentes. Actividades recreativas y divertidísimas se ponen en práctica muy a menudo, lo pasan muy bien, se entretienen y sienten que aún les queda mucho por hacer y decir. Y las manualidades los tienen ocupada parte de la jornada. Todo pensado y bien pensado para que el día discurra lo más agradable posible. Y el amor que reciben estas personas que están solas o que la familia no puede ocuparse de ellas, es gratificante, un verdadero antídoto contra la soledad o el abandono, y una manera sencilla de poner la misericordia de Dios al servicio de los necesitados.
Y como toda sociedad que es Iglesia, tenemos que buscarle algunas contras para que no sea perfecta, nos cuesta trabajo admitir que los religiosos van por encima de los demás mortales. No porque pensemos que se mueven más cerca de Dios, sino por la entrega tan generosa que hacen de su vida. Siempre he pensado que los religiosos tienen mucho mérito. He tenido varios ejemplos muy cercanos, y me admira el coraje que tuvieron en unos tiempos difíciles; vivían cómodamente en la casa familiar y se fueron a pasarlo realmente mal. Yo creo que el amor y la caridad tuvieron mucho trabajo, tanto como el que cada día se ve en esa casa de las Hermanitas y que tiene que estar muy por encima del «que si piden demasiado o quieren tanto». Todo va para su misión, ellas tienen pocas necesidades, llevan con orgullo y dignidad su voto de pobreza y se nutren de espiritualidad, esa necesidad sí que la tiene bien atendida, tanto que la dejan rebosar para que se alimenten todos los que andan a su alrededor.