Miércoles 29 de septiembre salgo a la calle para comprobar que la mayoría de los carteles, digamos independientes, ponen: «Exigimos soluciones para generar empleo» o «¡Trabajo Ya!
Esto de caminar y acercarme a zonas llamadas de concentración lo he hecho siempre. Me gusta valorar por mí misma estos asuntos. Viviendo en una zona, avenida de Andalucía, que es una de las arterias principales de Málaga, lo tengo todo a mano.
Os cuento. Son las 13 horas. Ruido de helicópteros, sirenas y más sirenas, policías, claxon de coches particulares con pancartas.
Las tiendas, farmacias, mutuas, gestorías… todo cerrado a cal y canto, menos El Corte Inglés, rodeado de policía.
Son las 14 horas, El Corte Inglés cierra según dicen ellos, «durante un rato para no generar conflictos».
¿Saben ustedes la presión a la que son sometidos los trabajadores de estas tiendas? Pues pregunten.
El centro está colapsado. Desde primera hora el mercado de Atarazanas y sus aledaños cerrados.
Por cierto, miren una foto de los mineros encerrados en la mina de León. Mírenlos bien, su rostro es la cara y cruz de esta huelga.
Voy andando hasta la ciudad de la justicia. Ciudad de la justicia sin justicia, vamos, que por precaución se aplaza la vista de los del caso Malaya.
Hay gente que acude a trabajar, unos porque sí, y la mayoría porque necesitan ese dinero o porque han sido amenazados con despidos y esas monerías.
¿Piquetes? Les invito a que busquen su significado en el diccionario de la Real Academia.
Facultad vacía. Contenedores quemados. Basura esparcida. Colegios a media asta.
Convendría que el gobierno, la oposición, los sindicatos, la patronal, todos los que mueven los hilos finos de este país, algunos presuntamente corruptos, consideraran las cifras reales y el porqué se ha producido este paro. En estos asuntos no se debe ser soberbio. Ni los que están o los que estarán, deberían obviar lo del miércoles 29.
Mirar desde las alturas, subido al poder puede crear dificultades a los de abajo, pero si los de abajo no sostienen la plataforma en la que se encaraman los privilegiados, esta se hunde, antes o después.
Que «un trabajo digno» se transforme en eso, en trabajo. La verborrea fácil no da de comer a las familias ni alivia el desaliento.